En mayo de 2005, Cristian Sosa, presidente
de Cluster Kairos me invitó a participar en el congreso
CordobaLearning. Durante los 3 días del congreso, impartí
un Taller de Diseño de Contenidos para e-learning y
una ponencia titulada "El e-learning y los 7 pecados
capitales" basada en un articulo que había escrito
meses antes y que transformé para la ocasión
en una presentación multimedia donde, por ejemplo,
el análisis de cada pecado comenzaba con un video de
una película conocida.
En abril de 2006, Cristian cometió
la imprudencia de invitarme de nuevo a CordobaLearning donde
coincidimos muchos de los asistentes al congreso del año
anterior. Lo primero que hice al empezar mi ponencia "E-learning,
3 revoluciones en UNA" fue preguntar a la audiencia cuantos
se acordaban de alguno de los 7 pecados que durante más
de 1 hora les había expuesto el año anterior.
Solo una persona levantó la mano quien además
confesó acababa de leer el artículo recientemente.
"¿Cómo era posible que no recordasen
absolutamente nada?" les pregunté. Silencio.
"Para su tranquilidad", les dije, "la
verdad es que tampoco yo me acuerdo muy bien. Sin embargo
¿recuerdan la historia que les conté al inicio
de mi ponencia?". En efecto, varias manos se alzaron
en el publico para confirmar que se acordaban de la historia
de la llave que narré para explicarles cómo
aprendemos las personas. Lo que me ocurrió fue que
al llegar al Hotel del Congreso, me registré en recepción
y me dieron una llave electrónica. Hasta aquí
todo normal. Sin embargo, cuando traté de acceder a
mi habitación metiendo la llave en la ranura correspondiente,
no hubo manera de que abriese. Comprobé que estaba
colocándola en la manera que indicaba la flecha pero
no hubo caso. Tras un buen rato de infructuosos intentos,
no me quedó más remedio que bajar a la recepción
para explicarles mi problema. Con una sonrisa, el recepcionista
me dijo en su mejor acento cordobés: "Señor,
no haga caso de la fecha, está mal colocada, debe introducir
la llave al revés". Esta anécdota me
sirvió para explicar que las personas tenemos objetivos
que nos interesan (entrar en mi habitación) y desarrollamos
planes y acciones, la mayoría inconscientes, para alcanzar
esos objetivos (registrarme y usar la llave para acceder).
Sin embargo, cuando las cosas no ocurren como esperamos y
fallan nuestras expectativas (la puerta no se abre) es cuando
estamos preparados para aprender (entender porque la puerta
no se abre y buscar una respuesta, bien por mis medios o preguntando
a quienes tienen el conocimiento). Aprender es recordar y
les puedo garantizar que la próxima vez que no pueda
abrir una puerta de un hotel, lo primero que haré será
probar a meter la llave al revés. Y les garantizo también
que la gente olvidó mi presentación y sin embargo
recordó la historia porque las personas apenas pueden
recordar los cursos que hacen sino que recuerdan las experiencias
que tienen.
Las historias son una manera muy poderosa
de aprender, pero son sistemáticamente ignoradas. Las
historias forman parte de nuestra vida, de hecho somos historias,
nuestra vida es una historia, nosotros somos los personajes
principales de nuestra historia e interactuamos con otros
personajes, desempeñamos roles, vivimos situaciones,
tomamos decisiones, aprendemos de nuestra experiencia y de
las experiencias de otros a través de conversaciones,
a través de interacciones. Hace poco hice un pequeño
experimento y pedí a varias personas que me nombrasen
algo concreto que habían aprendido en la última
semana. Prácticamente todos me contaron historias.
No estoy descubriendo nada nuevo, hace 500 mil años
no había Powerpoint, había experiencia directa
y las historias fueron la forma en que la humanidad trasmitió
el conocimiento antes que se creara el lenguaje escrito.
El cine y el teatro no son más que
una sucesión de historias bien diseñadas, el
periódico y los noticieros cuentan historias, los libros,
las canciones, los proyectos, los chistes o los partidos de
fútbol son historias, incluso cuando pides ayuda en
el trabajo lo haces contando una historia. Todo el día
contamos historias y nos cuentan historias, no tienen más
que fijarse. En su libro La Bendita Manía de
Contar, García Márquez afirma "estoy
convencido de que el mundo se divide entre los que saben contar
historias y los que no". El pasado y los hechos más
importantes de tu vida los recuerdas como historias y si imaginas
tu vida hacia el futuro, también lo haces en formato
de historia. Harvard patentó el estudio de caso como
su metodología estrella que el resto de las escuelas
de negocios adoran y que todos los directivos consideran una
eficiente herramienta de aprendizaje. A fin de cuentas, las
historias son lo que les contamos a los niños cuando
quieren dormir. Incluso cuando dormimos, soñamos en
forma de historias.
Entendemos y nos explicamos el mundo a través
de historias. Las historias inspiran porque se dirigen a las
emociones y no sólo a lo racional y por que te llevan
a hacerte preguntas en esta época donde la educación
sigue insistiendo en que aprendamos ingentes cantidades de
teorías y conceptos, memoricemos datos y los regurgitemos
en absurdos exámenes. Gracias a dios, la práctica
va por delante de la teoría y los problemas no se pueden
comprender intelectualmente, hay que vivirlos. Cuando no entendemos
algo pedimos
que nos pongan un ejemplo. En la vida
las cosas no son tan sencillas como en un examen, no hay respuestas
correctas, hay cosas que funcionan y cosas que no. ¿La
vida es racional? ¿Las situaciones en que nos vemos
envueltos tienen una explicación racional y una solución
racional? Entonces ¿El aprendizaje debe ser sólo
racional, intelectual?
Solemos pensar que alguien es inteligente
cuando en una conversación, su respuesta es coherente
con lo que nosotros le hemos dicho. Ser inteligente significa
tener buenas historias que contar, de hecho, contar la historia
adecuada en momento oportuno. Aunque apenas nos damos cuenta,
pasamos todo el día manteniendo un dialogo permanente
con nosotros mismos. En las empresas gestionamos flujos de
dinero, flujos de datos a través de las redes, pero
¿Qué pasa con los flujos de conversaciones entre
las personas? Se pierden y con ello desperdiciamos un valioso
capital. La tecnología permite explotar las historias:
recopilarlas y hacerlas más accesibles que el cara
a cara y que no surjan accidentalmente, llegar a mayor audiencia
y poder revisarlas tantas veces como se quiera. Las historias
y los casos ayudan a difundir y capturar lo tácito
y son las pepitas de oro de la organización puesto
que atesoran conocimiento crítico pero difícil
de tangibilizar como buenas y malas prácticas y lecciones
aprendidas.
¿Quienes tienen buenas historias que
contarnos? Los expertos. ¿Y qué es un experto?
Como dice Niels Bohr, es una persona que ha cometido todos
los errores posibles en un campo muy acotado y por tanto es
el que tiene experiencia, ha acumulado casos, historias y
es capaz luego de rescatarlos en el momento que se enfrenta
a situaciones parecidas. Por lo tanto un experto es un almacén
de los casos que ha vivido, lo que le permite tener una especie
de poder mágico de predicción: "Se lo
que va a ocurrir en determinada situación porque ya
la he vivido antes o al menos una muy similar".
He aquí una poderosísima herramienta
de aprendizaje y gestión del conocimiento, muy barata,
y que todas las empresas tienen en cantidades industriales
aunque generalmente las desperdicien.
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In the summer I often hang out on a friend's boat in the
Greek Islands. I never expected to learn something important
about education there. I was thinking about sun and water.
We were parked (or whatever they call it) at a dock on the
island of Naxos when I happened to hear a voice in German
giving what seemed like a lecture on a large sailboat parked
next to us. It didn't take very long to figure out that the
guy giving the lecture must have just rented his yacht to
the set of eight people (four couples I guessed) who were
listening attentively to what he had to say.
Now, if you know anything about me or my views on learning
you know that the idea that people were listening attentively
to a lecture is somewhat astounding to me. I didn't think
it could be done. What followed next was even more astounding.
The lecturer must have said that they should now all try to
do whatever he had said they must do. (My German is not up
to snuff and I had no idea what he had been saying.) One by
one, silently and carefully, each of the eight tied up whatever
he had said to tie up in the way he had said to tie it up.
(It must be clear at this point that I know nothing about
sailing.) Then he talked more, and they proceeded, silently,
carefully, and in an orderly fashion to do what he had told
them to do (I assume).
I had never seen anything like this before. If a group of
my friends had rented this yacht the jokes and comments would
have been coming fast and furious, people would have been
wandering off, there would have been yelling, and no one would
have done anything particularly right when asked to do it.
No wonder I have the view of education that I have. I've never
known anyone who listened that carefully. I didn't know it
was possible.
And suddenly I understood everything.
Our education system was planned and executed first by Germans.
When the current curriculum and its method of delivery by
lecture was developed, the people who planned it (in 1892)
were simply copying the German teaching and learning methodology
which was respected world wide at the time.
And now I realized why this system seemed to work. Germans
actually listen when people talk. And, at the time the German
system arose, people as a whole were probably better at listening
- there was no IM or television or cell phones to shorten
attention spans.
Funny how that doesn't happen anymore in most places though
(and maybe not as much in Germany any more, either). Actually
I don't care to wonder about why it doesn't happen here, it
just doesn't. Perhaps a system of education developed only
for people who are good at sitting and listening is really
not such a hot idea, especially since most of us don't have
the slightest ability to sit still and absorb.
So, my point? Looking at a boat full of my friends receiving
the same lecture the Germans received, it would be obvious
that lecturing wasn't working. They'd have quickly lost interest,
begun talking amongst themselves, or gotten distracted. Looking
at the Germans on the boat, it's not so obvious, but I don't
think they were really learning either. Could they immediately
play back what they'd just been told? Apparently so. Would
they be able to apply what they'd just learned successfully
in an urgent situation on the water? Probably not. It's just
that the faults of lecturing are more clearly highlighted
by my group of friends than the Germans on the boat, because
culturally, Germans might be better at sitting and listening
(or maybe it was just this group of Germans).
Even when, to both teachers and students, lecturing appears
to be working, (students intently listening, nodding heads,
taking notes), what's going on in the minds of students probably
looks a lot like what'd be going on on the boat full of my
friends - distraction, lack of interest, and only a vague
recollection of what was said. Even though it can appear that
lecture-based, PowerPoint-driven learning is effective, it
rarely is, and is almost never as effective a use of time
as the learning-by-doing approach that could be done in its
stead.
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