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Algo está cambiando en la educación


Javier Martínez Aldanondo
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl y javier.martinez@knoco.com Twitter: @javitomar
 

 

Si solucionas el problema de la educación, solucionas la mitad de todos los problemas (Miguel Fluxá)

Parafraseando el inicio de Conversaciones en la Catedral de Vargas Llosa “¿En qué momento se jodió mi educación?” El detonante estalló a mediados de 1990 en San Sebastián, capital europea de la cultura y donde disfruto de unos días de vacaciones. Acababa de finalizar mi primer master (con financiación pública) y me llamó la atención que después de todo el esfuerzo realizado por el sponsor, por la entidad que lo impartía (profesores de gran nivel, materiales impecables, visitas a múltiples empresas) y por los alumnos, nadie se tomó la molestia de evaluar si realmente habíamos aprendido. Se hizo una importante inversión en nosotros, teníamos un título pero no el conocimiento. En ese instante, me di cuenta que tampoco recordaba prácticamente nada de lo que había estudiado en el colegio ni en la universidad. No soy ningún genio pero tampoco tengo problemas cognitivos graves lo que me llevó a concluir que algo falla en el proceso educativo cuando un ciudadano común no recuerda nada de lo que supuestamente aprendió. La situación se repitió otra vez en el año 2000 cuando terminé mi segundo master en Barcelona. Lamentablemente, he comprobado que eso mismo les ocurre a casi todos los adultos con su trayectoria educativa. Es obvio que el método que usamos para enseñar es inadecuado. Fue en ese momento cuando me empecé a involucrar en el mundo del aprendizaje y la gestión del conocimiento.

Durante el último mes, he realizado actividades con profesores de una universidad privada en Chile, de la institución a cargo de la educación pública en México y con profesionales vinculados al ámbito educativo en España. El diagnóstico es idéntico en todos los lugares: saben lo que no está funcionando y lo que NO quieren. Sin embargo, casi nadie parece tener la misma claridad respecto de lo que SI quieren y menos aún, de cómo realizar ese cambio. Como ya vimos el año pasado, están surgiendo algunos brotes verdes muy esperanzadores. A principios de junio, Xavier Aragay, director general de la Fundación Jesuitas Educació, me propuso visitar uno de los colegios en Barcelona donde están llevando a cabo, desde hace 2 años, una radical experiencia piloto de transformación de la educación, ampliamente difundida en los medios. Durante la ilustrativa visita, mientras estábamos en el aula de niños de 12 años, me senté en una mesa a conversar con ellos:

YO: ¿Cuantos años lleváis en el colegio?
NIÑOS: 8 o 9 años
YO: ¿Y qué forma de aprender os gusta más, esta nueva o la de antes?
NIÑOS (Al unísono, todos exclamaron sin asomo de duda): Esta nuevaaaaaaaaaaa
YO: ¿No os gustaría volver a la de antes?
NIÑOS: Noooooooooooo
YO: ¿Pero por qué?
NIÑOS: Porque esta es mucho más entretenida, todo el rato hacemos cosas, no hay que estar escuchando a un profesor y memorizando, las cosas no se nos olvidan…
YO: ¿Y qué dicen vuestros amigos de otros colegios cuando les contáis cómo se trabaja aquí?
NIÑOS: Flipan, no se lo creen, tienen envidia, quieren venir aquí

Cuando quieres saber si la comida de un restaurant es buena, no le preguntas al cocinero (que siempre cree que lo que cocina es maravilloso), les preguntas a los comensales. Para saber si un proceso educativo funciona, no basta con preguntar al director o a los profesores, tienes que ir a ver un aula y hablar con los alumnos. Los niños que yo conocí días atrás, eran niños felices por aprender. Cualquiera que entienda de educación sabe que la motivación, no solo es la energía que mueve el aprendizaje sino también el elemento más difícil de administrar. El aprendizaje es un proceso natural mientras la educación es un proceso artificial que nos hemos inventado con muy poca fortuna. Les comparto una historia, relacionada con lo que vi en el colegio jesuita, que ocurrió hace ya 10 años…

A finales del año 2006, un diputado (hoy senador) sensibilizado con los temas de educación y que conocía nuestras ideas “extremistas” sobre el aprendizaje, nos preguntó si estábamos dispuestos a ayudar a un colegio crítico situado en una zona deprimida de Santiago y que atravesaba serios problemas: Los niños vivían en un entorno rodeados de droga, violencia, abuso, maltrato y desde luego con nulo interés por la educación y, sobre todo, por su propia educación. Antes de acceder, nos aseguramos de que nos dejarían manos libres para trabajar. El objetivo era demostrar, no solo que estos niños tienen la misma capacidad de aprender que cualquier otro (no son “genéticamente” inferiores) sino que además, no han perdido esa capacidad y son perfectamente recuperables ya que el cerebro no deja de modificarse durante toda la vida. Les entregamos todo el protagonismo a los niños y para ello, nos inventamos un proyecto ficticio en el que iban a trabajar y desarrollar diversas tareas durante 4 semanas. Para cada tarea, debían entregar un "producto" que era revisado por sus tutores quienes les daban feedback y les pedían modificaciones o les permitían avanzar. En concreto, lo que hicimos fue acordar con un periódico real, La Nación, la creación de un Blog del colegio que estaría accesible desde la página del diario. Seleccionamos 30 alumnos de 6º, 7º y 8º del colegio y los invitamos a una cena en un restaurant (para muchos, era su primera visita a un restaurant). Durante la cena, les planteamos un Desafío: Valparaíso, que pocos años antes y con gran publicidad, había recibido de la UNESCO el galardón de Patrimonio cultural de la Humanidad, corría el riesgo de perderlo. Les comunicamos su Rol: Los dividimos en 5 grupos y los nombramos miembros del equipo de periodistas-investigadores de La Nación. Y les encomendamos una Misión: Para evitar la catástrofe de perder el título de Patrimonio Cultural, el director del Periódico (papel desempeñado por un miembro de nuestro equipo), les entregó enfáticamente la Misión de preparar una serie de reportajes a 5 oficios que se desarrollan en el Puerto de Valparaíso: Marino de Guerra, Inspector de Aduanas, Estibador, Mecánico de buque y Operador de grúas. Cada reportaje debían plasmarlo en el blog que colgaría de la página de La Nación, a la vista de todo el país. Sin embargo, lo crucial del proyecto eran las habilidades que queríamos que estos chicos desarrollasen y que, obviamente, eran transparentes para ellos: Trabajar en equipo, resolver conflictos, expresar y comunicar las opiniones, ideas, sentimientos y convicciones propias con claridad y eficacia, manejar la tecnología, desarrollar la autoestima, planificar y seleccionar información, etc. En definitiva, habilidades que les permitiesen enfrentar la complicada vida que les esperaba por delante. El plan de trabajo que preparamos para esas 4 semanas se centró en las  siguientes actividades:

Actividad 1: Crear el blog de su equipo. Para ello, enviamos a un experto en blogs para ayudarles. Como era de esperar, la sala de informática estaba cerrada con 7 candados… Al día siguiente, no solo cada grupo tenía su blog sino que la mayoría de los niños habían creado el suyo personal.
Actividad 2: Conocer en detalle cómo trabaja un periodista, cómo investiga y recopila información, cómo se prepara un cuestionario, cómo se realiza una entrevista. El producto resultante consistía en diseñar el guion de la entrevista que harían a su personaje. Enviamos a una periodista que realizó una sesión para enseñarles cómo desarrollar cada una de estas tareas. En paralelo, agendamos visitas al Diario La Nación y al canal de Televisión Chilevisión, para que pudieran conocer, in situ, el trabajo de un periodista/investigador. Se pueden imaginar las caras de los niños al pisar la redacción de un periódico y un estudio de televisión y cruzarse con personajes famosos.
Actividad 3: Planificar una reunión con el oficio que les fue asignado en Valparaíso, llevarla a cabo y documentarla para lo que les facilitamos una cámara de fotos y de video. El día acordado, viajamos a Valparaíso (la mayoría era la primera vez que veían el mar) donde realizaron la entrevista, visitaron la sede del festival internacional de la canción de Viña del Mar y por si fuera poco, esa misma noche salieron en el noticiero central del principal canal de televisión que les hizo un reportaje, con lo que se hicieron famosos en todo el barrio.
Actividad 4: Editar su reportaje en el blog, presentarlo y defenderlo ante el director del periódico y sus compañeros. A lo largo el proyecto, cada equipo mantuvo reuniones semanales de retroalimentación con sus tutores, que fueron el propio Diputado, su ayudante así como el Gerente  General y el Presidente de Catenaria.
El evento de cierre del proyecto se llevó a cabo durante una cena ofrecida por el sub secretario del Interior en el palacio presidencial de La Moneda donde cada grupo expuso el resultado de su trabajo. Antes de dar inicio al acto, el director del colegio y los profesores nos confesaron que durante las 4 semanas del proyecto, el colegio estuvo absolutamente revolucionado por estos 30 excitados muchachos que andaban corriendo por todas partes buscando información, preguntando y  reuniéndose para trabajar. Tras la presentación de los 5 blogs, les pedimos a los niños que explicasen qué les había parecido la experiencia. El primer niño dijo textualmente “esta ha sido la mejor experiencia de mi vida”. No del colegio sino de SU VIDA. ¿Han escuchado esto alguna vez de boca de un niño? El director del colegio no pudo contener las lágrimas. El segundo niño dijo: “ojala todos los niños de Chile pudieran aprender de esta manera”. La conclusión es muy simple: dale a un niño algo que le interese y te demostrará que es capaz de esforzarse y aprender lo necesario para conseguirlo. Nunca falla.

¿Y en qué momento se jodió LA educación? Comenio, considerado el padre de la didáctica, defendía en el año 1630 la educación para todos, acerca de todo y que fuese fácil (nada fatigosa y amena). Fue a finales del S.XIX cuando se optó por lo contrario: educación para algunos, centrada en determinadas materias arbitrarias y todo menos entretenida. Hoy, la educación es gestionada por personas neófitas en ese campo. Los especialistas en aprendizaje apenas influyen en las grandes decisiones que se toman en materia educativa. No es casualidad que mientras los ministros de economía, salud o justicia de casi todos los países son economistas, médicos o abogados, el ministro de educación casi nunca es un pedagogo. Lo mismo pasa con los rectores de las universidades, pocas veces tienen conocimiento real sobre cómo ocurre el fenómeno del aprendizaje (que seas o hayas sido profesor no significa que entiendas cómo aprendemos). ¿Por qué es importante el ejemplo que están dando los Jesuitas? ¿Por qué hay que seguir de cerca lo que está haciendo Finlandia? Primero porque no se trata aventuras descabelladas de unos aficionados ignorantes sino de referentes mundialmente reconocidos en el ámbito educativo. Rara vez los líderes de una “industria” son los primeros en cambiar, poniendo en riesgo su posición de éxito. Y segundo, porque responde a un análisis serio y riguroso de la realidad. En ambos casos, han realizado un diagnóstico honesto que les ha llevado a una misma conclusión: El modelo actual “no está preparando a los niños para el futuro”. Pero si bien, ese diagnóstico es sobradamente conocido y compartido, lo verdaderamente admirable son las decisiones que han tomado a partir de ahí:

  • La decisión más trascendental ha sido confirmar que su objetivo no es mejorar el sistema existente, sino transformarlo radicalmente. La mayoría de países siguen poniéndole parches al modelo educativo para tratar de mantenerlo, insisten en "mejorar la carreta con caballos en lugar de desarrollar el automóvil". Pierden el tiempo discutiendo asuntos secundarios como la gratuidad, el presupuesto, la prohibición de las tareas, los animadores de recreos, los rankings de notas y el examen de acceso a la universidad, la evaluación de los profesores, etc. Nada de eso importa sin acordar, primero, qué tipo de sociedad y qué ciudadano queremos y cuáles son sus competencias esenciales.
  • Han acabado con las asignaturas para pasar a enseñar por situaciones prácticas, por proyectos interdisciplinarios que pueden durar varias semanas. La vida no son materias. Los niños trabajan en equipos con roles que van cambiando. Cuando termina el proyecto, se arman nuevos equipos. Se acabó tener a los mismos compañeros durante toda la vida.
  • Si aprendemos haciendo (no basta con leer y escuchar), entonces la práctica es la base del modelo. Entregar contenidos para luego comprobar, mediante un examen teórico, que los alumnos los retienen, son habilidades de orden menor que no requieren de mucho esfuerzo ni del profesor ni del alumno: Sabemos que para aprender no hay nada más efectivo que practicar. Dado que no existen todavía fármacos capaces de crear conexiones neuronales, si quieres aprender algo, tienes que hacerlo tú y crear tus propias conexiones. Los proyectos plantean retos que obligan a los niños a desarrollar habilidades de orden superior: razonar, investigar, formular hipótesis, contrastarlas, planificar, diseñar y construir, exponer, argumentar… Si nuestro cerebro cambia con la experiencia, entonces la función del colegio y la universidad es proveerte el máximo posible de ellas, lo que hasta ahora no hace.
  • El profesor que trabaja individualmente con su clase como proveedor de contenidos, pasó a la historia. Ahora los docentes operan en grupos de 3 donde ejercen como guías y coach, fomentando la investigación, impulsando la curiosidad, instigando las preguntas, privilegiando el feedback e inspirando a sus estudiantes. Lógicamente, existen programas de aprendizaje de más de 400 horas para ayudarles en esa transición.
  • La infraestructura se reinventa. La arquitectura influye decisivamente en el aprendizaje. Las aulas de los colegios y universidades que tenemos no sirven en el nuevo paradigma. Niños sentados en fila mirando hacia adelante, aulas masificadas, oscuras y cerradas, pupitres y mesas fijos, colores deprimentes… Aunque se ha empezado por adaptar los edificios existentes, pronto se inventarán diseños para espacios de verdadero aprendizaje. Superaremos las aulas como lugar donde aprender y exploraremos modelos donde una parte del aprendizaje pueda ocurrir en casa de forma individual, otra parte trabajando en pequeños grupos en bibliotecas,  otros espacios culturales o incluso empresas y una tercera parte en el colegio para puestas en común en grupos grandes. De la misma forma, cambia el concepto de tiempo: ya no hay que funcionar con horarios rígidos, siempre el mismo calendario cada semana,  clases de 50 minutos, recreos fijos de media hora. Los propios alumnos establecen el tiempo que dedican a las tareas. Pronto, cuestionaremos por qué la educación básica dura 12 años o las carreras universitarias duran 5 años (y como no son suficientes, requieren un master de 2 años), por qué separamos a los niños por edades, etc.

Estos cambios tienen repercusiones que van mucho más allá de la educación. Es el modelo de sociedad el que está en discusión y por tanto, no es un asunto entre alumnos y profesores sino que nos involucra a todos. No hay nada más decisivo en la vida que la educación. Tu vida depende de tu conocimiento. El aprendizaje es el proceso más importante para el tránsito hacia una economía basada en el  conocimiento y la innovación. Uno de los profesores del colegio jesuita me contaba que, un padre, llorando de alegría, les había agradecido lo que estaban haciendo mientras les confesaba “me habéis cambiado a mi hijo”. Si somos valientes, es posible cambiar un país en una sola generación.


 
 
 

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