El Fulano,
Zutano y Mengano es un exitoso restaurante
situado en el centro de Santiago donde si uno tiene intención
de comer, necesariamente debe reservar con antelación,
de lo contrario se queda sin poder degustar su extensa y bien
surtida carta. El FZM ha logrado en 4 años convertirse
en lugar de referencia y destino predilecto de muchos ejecutivos
de empresas e instituciones de gobierno que buscan buena atención,
decoración moderna y gastronomía abundante y
en ocasiones sofisticada. Sin embargo, cuando se tiene la
oportunidad de conocer la "sala de máquinas"
del restaurante, es imposible no quedar estupefacto. En el
FZM trabaja un equipo (nunca mejor dicho) de 24 personas que
opera con la exactitud de un reloj suizo, divididos en 3 áreas
(Bodega, Cocina y Comedor) con multitud de procesos (aprovisionamiento,
producción, control de calidad
), tareas, responsabilidades,
etc., todo perfectamente engrasado para atender a más
de 150 comensales. Toda esa complejidad es imposible de imaginar
cuando uno se sienta tranquilamente en una mesa y recorre
la carta de más de 80 platos tratando de decidir qué
va a comer ese día incapaz de sospechar el enjambre
ruidoso de especialistas que trabajan con la precisión
de un cirujano plástico a escasos metros.
Cuando su gerente, Andrea, me cuenta las historias que ocurren
diariamente, siempre le digo que la clave de su éxito,
su activo más importante sale por la puerta todos los
días cuando el restaurante cierra a las 17h y debería
rezar para que regresen al día siguiente a las 7:30
de la mañana llenos de entusiasmo. Me refiero a sus
empleados: los camareros, el cocinero y sus ayudantes, el
sommelier, el bodeguero, ella misma
En cierta ocasión
pregunté a Andrea ¿Qué harías
si un día ninguno de ellos se presenta a trabajar?
Es obvio que el resto de elementos permanecen intactos: la
marca y el prestigio, la extensa carta, los clientes fidelizados,
la infraestructura ubicada en una zona privilegiada, la tecnología
(toda la comunicación se hace por radio), los más
de 40 proveedores,
pero nada de eso sirve de gran cosa
si las personas que hacen que todo eso funcione no están
presentes. Una alternativa sería reclutar a 24 personas
de la empresa de informática que trabaja en el piso
superior pero sería mucho más razonable cerrar
el restaurante ese día con alguna excusa creíble.
Los Informáticos podrían desempeñar el
oficio pero para eso tendrían que aprenderlo y necesitarían
dedicar un plazo de tiempo que resultaría eterno. Incluso
aunque el FZM contratase un equipo completo de profesionales
del mundo de la restauración, los clientes notarían
inmediatamente la diferencia. Aunque sustituyamos especialistas
por especialistas, la clave está en el conocimiento
que tienen los empleados actuales del FZM para hacer su trabajo
(lo practican 8 horas al día), sus competencias particulares
para atender a sus clientes de la manera que el restaurante
ha ido construyendo como su sello personal, para resolver
los cientos de situaciones complejas que se presentan y que
no se encuentran en ningún manual, que responden a
la cultura, principios y valores, a la forma en que se hacen
las cosas allí que es muy diferente de otros restaurantes
(sobre todo de Mc Donalds o Pizza Hut).
Las personas son el secreto de una organización. El
conocimiento que atesoran (es un tesoro aunque no son conscientes
de ello) es crítico para lograr resultados y dado que
no se puede separar de las personas, éstas por primera
vez se convierten en dueñas de los medios de producción.
Por eso es una falacia presumir que las empresas disponen
de capital intelectual cuando quien realmente lo posee es
el trabajador que decide dónde lo invierte, cómo
lo incrementa (aprender y desarrollarse aumenta su empleabilidad)
y que por supuesto se lo lleva consigo cuando decide marcharse.
A la empresa no le queda más opción que disfrutarlo
mientras el empleado trabaja allí y, en esta era de
la gestión del talento, hacer todo lo posible por enamorar
a las personas para que quieran trabajar allí y seducirlas
cada día para que no se marchen. El ranking del Great
Place to Work es un claro ejemplo. El gran cambio es que ahora
las personas quieren ser protagonistas, ya no se conforman
con ser sumisos. Si en tu empresa el cliente es lo más
importante, tienes que empezar primero haciendo que tus empleados
sean lo más importante. Si cuidas de tu gente, ellos
cuidaran de tu empresa.
Para hacer bien su trabajo, para alcanzar un desempeño
de excelencia, las personas necesitan básicamente 2
cosas muy simples: querer y poder.
Querer depende a su vez de 2 factores: la motivación
personal (los nuevos empleados que llegan a su primer trabajo
recién egresados de la universidad son el mejor ejemplo
posible) y un contexto y diseño organizacional adecuado
(entorno agradable, desafíos atractivos, incentivos
adecuados, posibilidades de desarrollo y promoción,
etc.). El reto es crear las mejores condiciones posibles para
que las personas se proyecten, compartan lo que saben, aprendan,
y generen conocimiento.
Poder depende sobre todo de saber hacer lo que tienen
que hacer, es decir, de su conocimiento y su capacidad de
aprender. Los trabajadores del FZM son decisivos no por lo
que saben, sino por lo que hacen con lo que saben y por su
capacidad de aprender cosas nuevas. La formación se
centra demasiadas veces en que las personas aprendan el qué
y el cómo pero no el porqué y el problema es
que cuando eso sucede, cuando no entiendes, sólo te
queda memorizar.
Parecemos olvidar que vivimos en una economía fundamentalmente
de servicios y los servicios los prestan las personas. ¿De
qué depende que un cliente repita compra en el FZM
o no quiera hacerlo y además le cuente su mala experiencia
a 10 personas? De la calidad de servicio y sobre todo de la
atención al cliente ya que los productos se van estandarizando.
Hoy es muy fácil cambiar de proveedor. Gestionar la
inteligencia humana (capacidad de producir conocimiento) es
la principal competencia de un directivo actual.
Imaginemos que el FZM llega a la conclusión de que,
con el objetivo de entregar un mejor servicio a los clientes,
necesita optimizar las relaciones entre los empleados del
restaurante y para ello decide contratar un curso de Trabajo
en Equipo. Aquí confluyen 2 problemas interesantes:
1. No es muy realista esperar que un curso vaya a cambiar
la vida de nadie. En los talleres de Diseño de Actividades
de Formación que suelo impartir, siempre pregunto a
los participantes que me nombren aquellos cursos a los que
han asistido a lo largo de su vida y que recuerdan especialmente.
Suelen tener graves problemas y caen en la cuenta de que apenas
son capaces simplemente de mencionar los cursos que han hecho.
También les pregunto: ¿En qué áreas
consideras que tienes tú conocimiento más valioso?
¿Qué es lo que mejor haces, aquello en lo que
te consideras competente? ¿Cómo lo has aprendido?
¿Cómo me lo podrías transferir a mi?
¿Cuanto me costaría alcanzar tu nivel de competencia?
Almacenar información no es difícil, lo complicado
es transformarlo en acción. La destreza implica capacidad
de utilizar el conocimiento, la mera acumulación no
sirve de nada.
2. Las cosas que realmente tienen importancia en la vida,
no se pueden enseñar directamente sino indirectamente.
Como expresó Galileo hace ya mucho tiempo "No
se puede enseñar nada a ningún hombre, simplemente
podemos ayudarle a descubrirlo por sí mismo".
Enseñar no es una actividad posible mientras que aprender
si lo es.
A las personas no se les puede enseñar Trabajo en
Equipo (ni Liderazgo, ni Comunicación, ni
).
Se les puede enseñar a Trabajar en Equipo que es muy
diferente. Enseñar Trabajo en Equipo conduce a enseñar
conceptos, principios, teorías
lo que te lleva
a transmitir contenidos porque estás enseñando
acerca de algo, a saber de algo. Si hay algo en el mundo son
contenidos, de todos los temas imaginables y muchos de ellos
gratis. Enseñar a Trabajar en Equipo sin embargo es
mucho más complejo porque lo que persigues es enseñar
a las personas a hacer, y eso implica que primero tienes que
saber cómo se hace (cómo se Trabaja en Equipo),
tienes que decidir qué necesitas en detalle que la
gente Sepa Hacer y luego tienes que diseñar experiencias
(y no contenidos) donde las personas Trabajen en Equipo, es
decir practiquen repetidamente. La diferencia parece sutil
pero es muy profunda: pasar de entregar contenidos, mejor
o peor estructurados a poner a la gente en situaciones donde
tenga que Trabajar en Equipo y por tanto aprenda a Trabajar
en Equipo
Trabajando en Equipo, es decir, haciéndolo.
Imaginemos que yo tengo conocimiento sobre cómo escribir
artículos y otra persona quiere aprender ¿Cómo
puedo explicitar ese conocimiento? Podría escribir
un manual al respecto pero ¿es eso explicitar el conocimiento?
Existen millones de manuales en las librerías, bastaría
leerlos para saber gestionar empresas, dejar de fumar o ser
una persona feliz. ¿Cómo puedo transferir mi
conocimiento para escribir artículos? No se puede transferir
directamente, lo que puedo hacer es crear las condiciones
para que esa persona lo aprenda pero yo no le puedo enseñar
de forma directa. Podría diseñar un programa
de aprendizaje donde practique la experiencia de escribir
artículos y yo le ayude en el proceso cuando tenga
problemas y le de feedback para que vaya mejorando. Lamentablemente,
la mayor parte de la educación consiste en decirle
a la gente lo que debe hacer en lugar de permitirle practicar
y construir su propio conocimiento. Y esa es una terrible
simplificación de la realidad.
¿De dónde nos viene este paradigma educativo
que nos menosprecia desde que ponemos el pie en el colegio?
Mi hipótesis es que existe una estrecha relación
entre la educación y dos de las empresas más
antiguas de la historia: Ejército y Religión.
El día en que se me encendió la chispa fue un
jueves cualquiera, eran las 22h y yo estaba en el gimnasio,
sudando a mares en una máquina de correr, tratando
de rebajar algún kilo extra y rememorar mis épocas
de jugador de basket. En ese momento empezaba una película
sobre la Segunda Guerra Mundial en HBO y los primeros minutos
consistían en unas breves entrevistas reales a varios
veteranos de guerra estadounidenses. La primera pregunta era
"¿Qué sentiste cuando te enteraste de
que los japoneses habían bombardeado Pearl Harbour?"
Sin dudar un instante, el primero respondió "Tengo
que hacer algo por mi país" y acto seguido
corrió a alistarse inmediatamente a una División
Aerotransportada (reconociendo que no tenía ni idea
lo que era). En ese instante, no pude dejar de pensar qué
pasa por la cabeza de una persona para no dudar un segundo
en dar la vida por su país y, obviamente, cómo
hay que organizar un sistema educativo para que logre obtener
ese tipo de reacción de un ciudadano inteligente.
Hasta tiempos recientes, posiblemente la mayor amenaza, el
evento más traumático y decisivo que podía
enfrentar un país era una guerra donde la vida de sus
habitantes y su destino se ponían en juego. Para responder
adecuadamente a tamaña emergencia, el Ejército
era una institución crucial y la forma en que éste
se organizaba y operaba no era algo que pudiese dejarse a
la improvisación. Un integrante del Ejercito no tiene
margen para decidir si está de acuerdo o no en atacar
una colina, si le parece mejor hacerlo en otro momento o de
manera distinta a la que le indican, porque a partir de ese
momento, el Ejercito está liquidado. Las órdenes
se obedecen, no se discuten. Para lograr ese grado de adiestramiento,
la forma en que sistemáticamente se educó a
las personas pasaba necesariamente por un cuidadoso proceso
donde la jerarquía prevalece sobre la autonomía,
donde las normas son sagradas, las instituciones más
importantes que los individuos, donde se educa para la sumisión
y no para la innovación o la creatividad y donde el
emprendimiento y los espíritus libres ponen en riesgo
la seguridad de todos. La primera misión de la escuela
era (y es) anestesiar, amansar a los niños que venían
de estar todo el día en movimiento. La disciplina es
una gran herramienta para lograr ese objetivo. Más
recientemente el sistema académico surgió para
alfabetizar a los trabajadores en la era industrial donde
unos pocos pensaban y el resto ejecutaban lo pensado. Se trataba
de educar a la gente para que no pensase por si misma y no
pensar equivale a no aprender. En este modelo, la religión
encajaba perfectamente con una promesa de salvación
a cambio de un férreo código de comportamiento
que indicaba que las respuestas a las grandes interrogantes
de la vida ya estaban reveladas y por tanto no merecía
la pena esforzarse en otra cosa que no fuera cumplir las obligaciones
a rajatabla (pecado, castigo, infierno) para garantizar el
premio eterno. De nuevo dominación y control. Gracias
a DIOS, este sistema de siglos, estas sociedades basadas en
el miedo se empiezan a desmoronar justo durante nuestra generación.
La mala educación es un pasivo intangible que nadie
suele evaluar pero que tiene un peligro y un impacto incalculable
Le he sugerido a Andrea que no deje de recopilar las muchas
historias que cada día suceden en el Fulano. Aunque
no se puede comparar con el Ejército o la Religión,
son la esencia de su breve pero intensa trayectoria.
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What is it about the New York Times and its view on education?
Yes, I know, they are just reporting what others say. But,
nevertheless they seem to be lamenting the fact that suddenly
all high schools aren't reporting class ranking and that this
is making colleges unhappy:
Mr. Shain of Vanderbilt said an internal review showed that
the admission rate at Vanderbilt was highest for students
with a class rank and lowest for those whose schools provided
neither a rank nor general data about grades."You're
saying your grades don't matter and that you won't tell us
what they mean," Mr. Shain said. "I think it's an
abdication of educational responsibility."
Really? An abdication of educational responsibility? So,
it is the responsibility of high schools to make life easy
for college admission officers?
How about this instead? -- Universities are abdicating their
educational responsibility by allowing high school to be irrelevant
to today's students. Class rankings not only ensure serious
cut throat competition, but they also force students to care
about grades instead of taking a chance and trying something
hard.
Who is supposed to decide what children learn? Obviously
the universities need to enforce ideas about what courses
should be taken and make sure that the winners gain admission
to their schools. This is exactly what the President of Harvard
was trying to do when he established the high school curriculum
now in place in high schools across the U.S.
Oh, did I forget to mention that the president of Harvard
who did that did it in 1892? And, by the way, that the curriculum
he established is still in place today?
You know who the bad guys are in high school education? The
college admissions officers that's who. They are in charge
of making high school into a meaningless competition about
who is best suited to go to college in 1892.
"If we're looking at a particular student's file and
we can't find a proxy for class rank, then we move on and
we make a decision without it," said Martha F. Pitts,
assistant vice president for enrollment management at the
University of Oregon. "The question is, how good is that
decision? Have we made a decision that is not as well informed
as it could have been?"
No, you have made a decision that still enforces the university's
view of high school: a meaningless experience meant entirely
to help college admissions officer's lives easier.
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