Aunque el mundo no empezó contigo ni se terminará cuando ya no estés, es evidente que el planeta gira alrededor tuyo. Y no se trata de un ataque de soberbia o egocentrismo sino de pura realidad. Por más que quieras con locura a tus hijos o a tu pareja o te entregues al prójimo por una causa noble, en tu vida no hay nadie más importante que tú. Nadie puede comer o dormir por ti, tampoco sufrir o gozar en tu lugar. Estás condenado a pasar toda tu vida contigo mismo, hablándote continuamente, felicitándote, recriminándote…. Por supuesto, tú no eres el único que cuenta, necesitas dominar el arte de la relación con tus semejantes, pero por más que el hombre sea un animal social e insistamos en conceptos como empatía, solidaridad o colaboración, para ti eres el centro del mundo. Y eso significa que eres el principal
responsable,
y a su vez beneficiado, de la adecuada gestión de tu vida.
En la civilización occidental, las 3 principales prioridades de los adultos son la salud, la familia y el trabajo. Estos últimos años nos han demostrado que tener un empleo estable y satisfactorio es un lujo cada vez más difícil de disfrutar. Y, al contrario, perder el trabajo, en sociedades despiadadas donde no es posible sobrevivir sin dinero, es una de las situaciones más estresantes que podemos experimentar. Por si nunca te has detenido a pensarlo, si trabajas es gracias a tu conocimiento. La razón por la que una organización te contrata o un cliente paga por tus servicios es porque tu conocimiento les aporta algún valor (satisface alguna necesidad por la que alguien está dispuesto a pagar). Y si tienes conocimiento, no es por suerte o por casualidad sino porque en algún momento lo has aprendido. Es decir, tu vida profesional está en función de tu
conocimiento.
Parece lógico concluir que deberías contar con un plan detallado, respecto de cómo administrar el elemento del que depende tu futuro laboral (o lo que es lo mismo, tu vida). Me temo que conozco la respuesta: la inmensa mayoría de personas reconocen no tener un plan para gestionar su conocimiento personal. Claro, todos administramos nuestro conocimiento de forma intuitiva y accidental, pero debemos asumir que estamos corriendo un riesgo gigantesco al dejarnos llevar y que las cosas nos sucedan. Si el conocimiento es la materia prima con la que construirás todo lo que te espera desde hoy en adelante, entonces no te puedes permitir no planificar cuidadosamente tu desarrollo. Asumiendo que siempre será un proceso en cambio constante, tiene que ser un ejercicio consciente. A fin de cuentas, tu conocimiento es tu marca y tu principal producto, si no lo administras, alguien terminará haciéndolo
por
ti o quedarás a merced del azar.
¿Y cómo gestiono mi conocimiento personal? El stock conocimiento del que dispone cada uno de nosotros se puede desglosar en 5 dimensiones:
- Conocimiento presente entendido como todo lo que sabes hacer hoy. Dado que el conocimiento es aprendido (no lo traías al nacer) incluye desde habilidades hasta actitudes, hábitos, competencias, etc., es decir, todo aquello que puedes aplicar y demostrar. Para gestionar tu conocimiento actual, el que te permite ganarte la vida, necesitas hacer 2 cosas: Identificarlo y evaluar su estado.
Identificar mi conocimiento: Para ser consciente de lo que sabes, primero debes ser capaz de responderte estas simples preguntas: ¿Por qué te pagan? ¿qué conocimiento tienes que resulta valioso para tu empresa o tus clientes?
Evaluar su estado: Nuevamente, necesitas analizar varios aspectos de tu conocimiento: ¿Cómo lo adquirí? ¿cuánto sé, en qué nivel estoy? ¿lo tengo documentado? ¿hay mucha gente experta ese ese campo y es fácil de encontrar en el mercado? ¿es estratégico para el futuro de mi organización o de mis clientes? ¿es susceptible de cambiar rápidamente o automatizarse? ¿a quién le resulta valioso, por qué lo necesita y qué está dispuesto a hacer para obtenerlo? ¿soy capaz de lograr que otros lo aprendan?
- Red: Como reza el dicho popular, “no necesito saberlo todo sino tener el teléfono del que sabe, y que sea mi amigo” (esto último es de mi cosecha). Soy un firme defensor de compartir el conocimiento en comunidad, pero la colaboración es un fenómeno reciente que todavía estamos aprendiendo tras siglos de desconfianza plasmada en crueles guerras y luchas permanentes por el poder. Que el conocimiento sea personal no implica que sea individual. En un escenario crecientemente complejo, nadie tiene suficiente conocimiento para resolver todos los problemas por su cuenta. Por muy experto que seas, no puedes llegar muy lejos tú solo armado únicamente de tu conocimiento. Necesitamos del conocimiento de otros para complementarlo con el nuestro. Aunque siempre se dijo que el conocimiento es poder, lo cierto es que el conocimiento compartido es más poder aún.
¿Cómo administras tus contactos? ¿te has preocupado alguna vez de mapear tu red? Ese es justamente el lucrativo negocio de Linkedin ¿sabes quiénes son los que te pueden aportar conocimiento y por qué razón lo iban a compartir contigo cuando lo necesites?,¿saben ellos quien eres tú y qué les puedes aportar? ¿tienes vínculos sólidos y los cultivas regularmente? Alimentar la red es un trabajo arduo que toma mucho tiempo y que no ocurre de forma automática: no basta solo con recibir conocimiento, tienes también que aportar el tuyo. Establecer y mantener tu red de relaciones profesionales te exige ser a la vez, generoso y confiable.
- Tecnología: Hace ya muchos años que nuestra vida laboral no se puede entender sin el uso permanente e intensivo de tecnología. Por tanto, podemos fácilmente predecir que, en el futuro, el rol de la tecnología solo adquirirá todavía mayor protagonismo. El ritmo esquizofrénico al que evoluciona la tecnología nos obliga a identificar nítidamente cuales son las herramientas que mejor nos ayudan a alcanzar los objetivos y aprender rápidamente a manejarlas. ¿Sabes cuáles son las herramientas más apropiadas para desempeñar tu trabajo, tanto a nivel de productividad personal como de comunicación y acceso al conocimiento de terceros? ¿sabes sacarles todo el partido posible? ¿tienes previsto cómo mantenerte actualizado e ir incorporando las nuevas aplicaciones que surgen cada día? Ante el peligro de
ahogarse
en el inmenso océano de la tecnología, lo razonable siempre es priorizar (menos es más), aprender a dominarlas (y no al revés) lo que implica saber apagarlas porque hay vida fuera del trabajo. El reciente ciberataque nos recuerda además que tenemos que prestar especial atención al tema de la seguridad.
- Información: La información es uno de los principales insumos del conocimiento. Si quiero cocinar un nuevo plato, lo primero que haré es buscar la receta y un video que me explique cómo prepararlo. Las personas dedicamos (y malgastamos) una enorme cantidad de tiempo diariamente en buscar, procesar, analizar y generar información a través de múltiples dispositivos. He hecho el ejercicio de observar a las personas en la calle, y si están solas, un porcentaje gigantesco están mirando la pantalla de su teléfono. Sin embargo, acceder de forma rápida a la información clave y que permita tomar la mejor decisión posible, no es trivial. De hecho, no conozco ninguna organización que tenga resuelto este problema para sus colaboradores. Todos ellos se quejan amargamente de lo tortuoso que resulta encontrar la información que necesitan y
confiesan
que terminan acudiendo a Google. Si queremos ser eficientes, necesitamos generar un modelo de gestión de la información que considere tanto la información que necesito, cómo la que voy generando, dónde y cómo las guardaré para asegurarme que las encontraré, etc. ¿Sabes qué información es la que mayor valor te ofrece para el trabajo que realizas? ¿tienes claro cuáles son las fuentes que te proveen esa información y cómo asegurarte de disponer de ella cuando te haga falta? Nuevamente, no es posible ni sensato consumir toda la información interesante que se produce. Sin embargo, jamás el colegio o la universidad se preocuparon de enseñarte un método para priorizar la información que necesitas, ordenarla y mantenerla actualizada. Se trata de una habilidad clave cuyas consecuencias las sufren los individuos y sobre
todo,
las empresas que los emplean. Basta asomarse al computador de cualquier persona para comprobar que cada cual organiza su información con criterios incomprensibles para otro que no sea su propio dueño y muchas veces, poco efectivos.
- Conocimiento futuro: ¿Tienes claro dónde quieres estar dentro de 5 años? ¿has planeado lo que debes hacer para llegar allá? ¿sabes qué conocimiento vas a necesitar para lograrlo? ¿has decidido ya cómo lo vas a adquirir? ¿cuáles serán los valores básicos que guiarán tu vida (coherencia, respeto, honestidad, rentabilidad, éxito, ambición…)? Hablar de futuro implica hablar de los objetivos que te has fijado y de lo que necesitarás aprender para alcanzarlos. Pero también de desaprender y dejar atrás todo aquello que ya no sirve y va quedando obsoleto, empezando por el ego. Aprender no puede ser visto como una interrupción sino como parte indivisible del flujo de trabajo. Aprender y trabajar son la misma cosa, no se puede
trabajar
sin aprender. De cara al futuro, no importa tanto lo que sabes hoy porque tu conocimiento tiene fecha de caducidad. Lo relevante es tu habilidad para aprender, cuan capaz eres de generar nuevo conocimiento que ni siquiera imaginas que te harán falta (innovar). Evaluar el conocimiento que tiene una persona no resulta difícil, basta con que lo demuestre. Pero evaluar su capacidad de aprender no es tan sencillo porque depende de factores intangibles: su actitud, curiosidad, inconformismo, tolerancia al error y a la frustración, orgullo para no rendirse, capacidad de reconocer su ignorancia y recibir feedback, etc. Aprender es buscar las respuestas a las preguntas que te inquietan porque desconoces algo que te interesa. ¿Qué preguntas son las que no te dejan dormir?
Conclusiones: Resulta increíble lo descuidados que somos con el manejo de nuestro conocimiento cuando es el principal activo de nuestra vida profesional y casi personal. Solo podemos mejorar lo que hacemos si sacamos partido de lo que sabemos. Sin embargo, tratamos el conocimiento como si apareciese de forma espontánea, mágica, sin necesidad de esfuerzo. ¿Qué conocimiento tengo, cómo tengo previsto reforzarlo, qué conocimiento no tengo y necesito y como lo aprenderé, cómo voy a descubrir el conocimiento que necesitaré, pero todavía no sé? son preguntas cuya respuesta debiese ser obvia. Tu vida depende muy poco de tu genética, depende un poco del contexto que te rodea (no es lo mismo nacer en Silicon Valley que en Burundi) pero sobre todo depende de tu capacidad de aprender, del conocimiento que vas generando. Por eso resulta
imperdonable
la
catástrofe
que provoca el sistema educativo. ¿Qué sabe hacer un joven al terminar el colegio o la universidad? Muy poco, apenas tiene conocimiento útil para salir adelante. Pero peor aún, ¿y cuan consciente es de lo decisivo que resultará en su vida el hambre por aprender? Nada. Si seguimos sin asegurarnos de que nuestros jóvenes aprendan cosas importantes y asuman que su futuro depende de no dejar nunca de aprender, entonces los seguimos estafando y conduciendo al despeñadero.
No puedes continuar administrando tu conocimiento personal de forma tan amateur. Necesitas que sea un proceso ordenado y metódico. No es difícil, se trata de ir incorporando hábitos sencillos (reflexionar, sistematizar y compartir) que tienen una cualidad fundamental: te obligan a ser consciente de que estás gestionando tu principal y único recurso.
|