Dad al alumno algo que HACER y no algo
que aprender, ya que el hacer tiene tal potencia que exige
pensar y reflexionar (John Dewey, Thinking in Education 1916)
Hace unos años, fui alumno de un Master en Internet
Management en Barcelona, donde durante bastantes meses compartí
aula con profesionales del mundo de la banca, telecomunicaciones,
informática o seguros. Claro está, eran tiempos
anteriores al estallido de la burbuja, la fiebre de Internet
estaba desatada y reinaba el entusiasmo. Recuerdo muy especialmente
lo que sucedió con el profesor responsable del módulo
de Marketing en Internet. Nada más entrar en su primer
día de clase, se presentó como socio de una
consultora especializada en aplicación de nuevas tecnologías
al marketing y e-business. Nos preguntó a cada uno
a qué nos dedicábamos, qué esperábamos
del Master, qué era lo que mas nos interesaba e inmediatamente
nos repartió unos papeles. Se trataba del enunciado
del caso e-bay. Nos pidió que nos reuniésemos
en grupos, nos pusiésemos a trabajar y media hora más
tarde presentásemos al resto de la clase nuestras conclusiones
sobre las preguntas que nos planteaba.
La reacción de casi todos mis compañeros fue
la misma: "A este hombre le pagan por enseñarnos
y no por estar sentado sin hacer nada mientras nosotros trabajamos".
La sensación de malestar y resistencia fue intensa
y duró largo rato. Concretamente duró hasta
que dio comienzo la primera discusión en grupo y todos
empezaron a darse cuenta que los que teníamos que hacer
el esfuerzo éramos obviamente nosotros, que aprender
no es lo mismo que enseñar y que en realidad surge
desde dentro y no viene de fuera. Al finalizar cada módulo,
debíamos rellenar unas encuestas de evaluación
de los profesores. Este profesor fue el mejor evaluado con
mucha diferencia sobre el resto del claustro cuya característica
común era llegar cada uno con un portátil con
mayores prestaciones que el profesor anterior y avasallarnos
con sus powerpoints interminables. Marketing en Internet se
convirtió en la clase que esperábamos impacientemente
y que todos echamos mucho de menos cuando finalizó.
Esta historia la narré en 2003 en un artículo
sobre el Rol del Profesor en el mundo virtual http://tokland.com/elearning/?p=80
La mayor parte de los problemas que deben enfrentar las organizaciones
son causados por el hecho de que las personas que trabajan
en ellas no hacen lo que deberían hacer. Y esto ocurre
sobre todo porque no saben, es decir, necesitan Aprender.
Lo que es indiscutible es que Aprender se convierte en LA
habilidad crítica en el S.XXI. No hay nada más
importante que aprender pero al mismo tiempo, la realidad
que debemos enfrentar es que NO sabemos aprender. Si
hemos de ser justos, hay un grupo que sabe aprender y lo hace
a las mil maravillas: Los niños. Es evidente que todos
fuimos niños alguna vez, ¿Cómo es posible
que hayamos olvidado algo que, de hecho nos permitió
sobrevivir, desarrollarnos y llegar hasta donde estamos hoy?
Como comprobarán, es fácil de entender.
Siempre que tengo que impartir una conferencia, suelo hacer
un ejercicio para provocar un poco a la audiencia: les muestro
una diapositiva con varias Integrales y pregunto a los asistentes
quienes serían capaces de resolver alguna de ellas.
Los rostros suelen palidecer reconociendo la incapacidad de
abordar una tarea que se supone en algún momento del
pasado fuimos capaces de ejecutar y que hoy exigimos a nuestros
niños con insistencia y de manera innegociable. Después
de varios años de repetir este desafío, todavía
nadie ha levantado la mano. Lo que les suelo aclarar es que
no hay de qué preocuparse, no importa que no se acuerden
porque nunca han necesitado hacer Integrales a lo largo de
su vida. Lo imperdonable es haber dedicado tanto esfuerzo
y haber pasado tantos malos ratos con algo a lo que luego
jamás sacamos provecho. En realidad, el concepto de
Educación es simple: es algo que te ocurre y NO lo
olvidas, si se te olvida, NO fuiste educado. Si hoy no sabes
cómo hacer Integrales, o no eres capaz de aprobar cualquier
examen que hiciste en la universidad, simplemente no aprendiste.
La noción aceptada de Educación, impuesta por
las entidades educativas, no tiene nada que ver con la forma
en que aprendemos las personas realmente. Estudiar, acumular
información, hoy en día no es muy valioso. Lo
que importa no es qué deben saber las personas (algebra,
historia o termodinámica) sino que deben saber HACER.
No qué saben sino qué hacen con lo que saben.
Imaginaos que mañana, vuestro jefe os pide preparar
un curso sobre Dirección de Reuniones o Trabajo en
Equipo. ¿Qué haríais? Lo más probable
es que terminéis construyendo un powerpoint que recitareis
a la audiencia como quien canta en un karaoke. Se asume que
para impartir un curso, basta reunir a un grupo, dar la palabra
al que más sabe que es quien habla todo el tiempo,
los demás escuchan, toman apuntes y hacen un examen
(para obtener un titulo que es la razón por la que
están allí en primer lugar). Ocurre que la gente
olvida sistemáticamente lo que les cuentes (no podemos
recordar las noticias de los noticiarios de la semana pasada)
pero sin embargo recordarán lo que les haces sentir:
Aprender es recordar y nadie olvidará lo que ocurrió
el 11 de septiembre de 2001 en las Torres Gemelas. La crisis
mundial de los sistemas educativos hace tiempo que ha demostrado
que este modelo no funciona. Sin embargo, el sector corporativo
parece no haberse dado cuenta todavía y copia fielmente
el modelo que el colegio ha impuesto hace ya demasiado tiempo.
Más aun, si queremos entender como aprendemos las
personas, primero necesitamos entender como funciona la mente:
Las personas tenemos objetivos y nuestra mente está
organizada para buscar la satisfacción de dichos objetivos.
Cuando tratamos de lograr algo que nos interesa, nos basamos
en nuestra experiencia para que nos ayude. Esa experiencia
previa es lo que denominamos un "caso". Cuando enfrentamos
una situación nueva y debemos decidir cómo manejarla,
buscamos en nuestra memoria aquellos casos que más
se parezcan a la situación actual de manera que nos
sirvan como guía. En un mundo perfecto, somos capaces
de encontrar casos casi idénticos a la situación
que estamos viviendo de forma que conocemos casi cada detalle
de lo que necesitaremos hacer. Hemos hecho eso mismo con anterioridad
y por tanto, sabemos cómo actuar, qué debemos
hacer.
Pero a veces las cosas no suceden tal y como esperamos. Lo
que hacemos en ese momento es tratar de explicarnos por qué
nuestras expectativas sobre lo que debía pasar fallaron
y a partir de ahí construir un nuevo caso. Construimos
nuevos casos cada vez que los casos antiguos dejan de ser
útiles para explicarnos la realidad y a medida que
vamos envejeciendo, vamos acumulando miles de casos que nos
permiten reconocer situaciones que hemos vivido anteriormente
y que nos proveen de información sobre qué debemos
esperar. La mente se convierte por tanto en una biblioteca
de casos que refleja ni mas ni menos que lo que hemos vivido
y experimentado a lo largo de la vida. Cuantas más
experiencias acumula una persona y más hábilmente
las ha indexado, más inteligente se vuelve. Aprender
consiste en integrar casos nuevos en el lugar adecuado dentro
de tu biblioteca de casos personal.
En esto consiste el aprendizaje natural, esta es la forma
como aprendimos desde niños y la razón por la
que no se nos ha olvidado caminar, hablar o lavarnos los dientes.
Cualquiera que tenga niños sabe que aprenden persiguiendo
objetivos que les interesan a ellos, están motivados
y aprenden a base de cometer errores y recuperándose
para hacerlo mejor la próxima vez. Obviamente los padres
siempre entienden que este proceso es imprescindible para
aprender. ¿Cómo es posible que sin saber hablar,
sin saber leer ni escribir, sin un profesor, sin sentarse
en un aula, sin estudiar, sin hacer exámenes, un niño
de 1 año aprenda todos los días infinidad de
cosas? Sobre todo, juegan mucho, se divierten, lo pasan bien,
no saben que aprenden, no son conscientes y tienen objetivos
(hablar para comunicarse, andar para explorar sitios, etc).
Son auténticas máquinas de aprender: ¿Alguien
ha visto un niño deprimido por sus errores y que ha
decidido dejar de intentar aprender a andar o hablar?
A finales del año 2006, nos propusieron ayudar a un
colegio crítico situado en una zona bastante deprimida
de Santiago y que atravesaba serios problemas: Niños
que se vivían en entornos de droga, violencia, maltrato
y desde luego con nulo interés por la educación
y sobre todo por su propia educación. Nuestra propuesta
fue un proyecto radicalmente distinto de lo habitual y de
lo que todos esperaban: Dar todo el protagonismo a los niños
para lo que nos inventamos un proyecto ficticio en el que
iban a trabajar y desarrollar diversas tareas durante 4 semanas.
Para cada tarea, debían entregar un "producto"
que era revisado por los tutores quienes le entregan su feedback
y les pedían modificaciones o les permitían
avanzar.
En concreto, lo que hicimos fue, proponer a un periódico
real, La Nación http://www.lanacion.cl
inventarnos un Blog que denominamos Los Navíos Online.
Seleccionamos 30 alumnos de 6º, 7º y 8º del
colegio y los invitamos a una cena en un restaurant donde
los dividimos en 5 grupos de periodistas investigadores de
ese Blog y les planteamos un Desafío: Valparaíso
corre el riesgo de perder el título de Patrimonio cultural
de la Humanidad que asigna la UNESCO. Para evitar esta
catástrofe, el Director del Blog, a petición
del Director del Periódico, les encomienda la Misión
de preparar una serie de reportajes a 5 oficios que se desarrollan
en el Puerto de Valparaíso: Marino de Guerra, Inspector
de Aduanas, Estibador, Mecánico de buque y Operador
de grúas. Sin embargo, lo crucial del proyecto eran
las habilidades que queríamos que estos chicos desarrollasen:
Trabajar en equipo, Resolver conflictos, Expresar y comunicar
las opiniones, ideas, sentimientos y convicciones propias,
con claridad y eficacia, Manejar la tecnología, Desarrollar
la autoestima, Planificación o Selección de
información. En definitiva, habilidades que les permitiesen
enfrentar la complicada vida que les esperaba por delante.
El plan de trabajo que preparamos para esas 3 semanas se
centró en actividades como:
Actividad 1: Diseñar el blog de su equipo para
lo que les enviamos un experto en Blogs a ayudarles. Al día
siguiente, no solo cada grupo tenía su blog sino que
varios niños habían diseñado el suyo
personal.
Actividad 2: Conocer en detalle cómo trabaja
un periodista, cómo investiga y recopila información,
cómo se prepara un cuestionario, cómo se realiza
una entrevista. El producto resultante consistía en
diseñar el guión de la entrevista que harían
a su personaje. Les enviamos un periodista para que les apoyase
con cada una de estas tareas.
Actividad 3: Planificar una reunión con el oficio
que les fue asignado en Valparaíso, llevarla a cabo
y documentarla (video, grabadora, fotos).
Actividad 4: Preparar su reportaje en el blog, presentarlo
y defenderlo ante el director del Blog y sus compañeros
En paralelo, agendamos diferentes actividades cómo
por ejemplo visitas al Diario La Nación y al canal
del Televisión Chilevisión para conocer en primera
persona el trabajo de un peridista/investigador así
como reuniones semanales de retroalimentación con sus
Tutores.
El evento de cierre del proyecto se llevó a cabo en
una cena en el palacio presidencial de La Moneda donde cada
grupo expuso el resultado de su trabajo. Además de
conocer en palabras del director y de varios profesores que
durante la duración del proyecto, el colegio estuvo
absolutamente revolucionado por estos 30 muchachos que andaban
circulando por todas partes, hubo un acontecimiento que justificó
y dio sentido a todo el esfuerzo realizado: Cuando se les
preguntó a los niños que evaluasen qué
les había parecido la experiencia, hubo varios que
dijeron que había sido la mejor experiencia de su vida.
No del colegio sino de SU VIDA. ¿Han escuchado esto
alguna vez de boca de un niño?
"Tienes 5 minutos para construir un puente que sea
suficientemente alto y ancho para que pase una mano, robusto
como para soportar el peso de un objeto y estable para que
no se caiga al empujarlo suavemente". Así
comenzó el primer taller de LEGO Serious Play al que
asistí. Lo que ocurrió durante ese breve lapso
de tiempo fue un fenómeno verdaderamente impactante.
De repente, el hecho de tener un objetivo que cumplir provocó
una revolución imparable porque exigía pasar
a la acción y abandonar el cómodo rol de alumno
que escucha y toma apuntes. A nada que el desafío que
te plantean sea creíble, el objetivo a alcanzar te
interese, sea abordable y pertinente, haces materialmente
lo que sea para conseguirlo. No falla. El primer impacto drástico
es que ese desafío te obliga a pensar profundamente,
a hacer un esfuerzo descomunal de reflexión que no
es nada habitual en la mayoría de sesiones de formación.
Como sucede con los coches, se produce una brutal aceleración
de 0 a 100 en 2 segundos. ¿Qué puente hago?
¿Qué piezas tengo? ¿Por donde empiezo?
¿Qué piezas encajan? Las preguntas se suceden
como un torbellino incontrolable. El segundo impacto radica
en construir, en materializar con las manos las posibles ideas
teniendo en cuenta que en la mayor parte de los casos, son
las manos las que trabajan autónomamente sin un plan
preconcebido. Resulta muy complicado planificar y sin embargo
resulta bastante natural dejarse guiar por lo que las manos
van haciendo a su libre albedrío. El tercer impacto,
ya definitivo, consiste en verbalizar, en contar una historia
que explique lo construido y trate de justificar porque se
ha hecho lo que se ha hecho de esa manera y no de otra y qué
posibles significados puede tener la obra de arte resultante.
En este taller se cumplían 3 criterios esenciales para
aprender: 1. Hacer (pensar y construir) 2. Cometer errores
y 3. Contar historias (explicar lo que has hecho que es la
mejor manera de aprender). Por si fuese poco, resultaba imposible
no participar, no aprender, ya que todos tienen que construir.
Dadle un problema que resolver a un ingeniero, un caso interesante
a un abogado o un paciente complicado a un medico y veréis
lo que ocurre: Inmediatamente se ponen en acción para
superar el obstáculo y muchas veces no pueden parar
hasta conseguirlo. El impulso de aprender es tan potente como
el impulso sexual. Se puede lograr que la gente quiera aprender,
se les puede seducir pero hay que pensar desde otra óptica.
En un curso normal, no estás acostumbrado a hacer grandes
esfuerzos, no hace falta pensar demasiado. En el taller de
repente nos vimos involucrados en desafíos que se nos
planteaban y que estaban directamente relacionados con cada
uno de nosotros. Era un proceso personal e intransferible.
La reflexión profunda lleva al aprendizaje profundo.
El segundo desafío que me plantearon fue construir
a mi peor cliente en 10 minutos. Imaginaos la intensidad del
proceso
En el evento Renacer http://www.infonomia.com/renacer/07
que organiza Alfons Cornella el 5 y 6 de julio en Barcelona
estaremos precisamente haciendo un mini Taller con LEGO.
Ya es hora de que volvamos a aprender como cuando éramos
niños: Jugando. Aprender puede y debe ser divertido.
No existe nada más serio para aprender que jugar. Tal
vez la frase de Descartes se haya quedado ya, a estas alturas,
demasiado corta.
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When I first presented the idea of offering Master's programs
online, explaining the potential numbers and market involved,
the provost of Carnegie Mellon quipped that maybe we should
put up golden arches over the campus that said over a million
served. I didn't and do not see this as all that far-fetched,
and it does bring to light some significant issues.
The first issue is that of standards. The second is that
of maintenance of quality. The third is that of brand name.
I will discuss these in order.
Every academic institution is concerned with standards. We
don't take just anyone into our esteemed institution - you
have to work hard to get in. Parents of college bound students
obsess about the grades and test scores of their progeny for
this reason. Everyone admires those who get into Harvard and
Yale for this reason. How competitive a university is remains
a big part of how it is perceived. U.S. News and World Report
regularly ranks universities using average SAT scores of entrants
as an important factor. When I suggested eliminating SAT's
as an admissions critierion at Northwestern, I was told that
this would severely affect the rankings and therefore could
not be considered.
For these reasons, universities consistently concern themselves
with how hard it is to get into their schools. A certain number
of places need to be filled in every entering class, and it
is a luxury to be able to reject applicants. It is a lot easier
to get into some graduate programs at Harvard than others.
It depends on how many are applying and how good the competition
is. There usually is no absolute standard. It is simply a
competition amongst those who meet the minimum standards.
When is comes to online education, one of the key variables
has changed. The number of freshmen admitted into Harvard
is determined by issues such as available dorm space, available
classroom space, and available faculty. Harvard has convinced
itself that only so many people should get into Harvard because
it likes the kind of institution that creates. They could
easily triple in size without causing quality to decline,
but they don't want to do that. That is their decision, but
that decision has its consequences, and these need to be discussed.
I was asked to join the Board of Editors at Encyclopedia
Britannica ten years ago. Everyone else was about eighty years
old. I was the computer guy in a room of people who had never
used a computer. The Board believed that the Encyclopedia
was just the right size. They worked on determining what was
in and what was out. That was their job. I asked the Board
if they would consider quadrupling the size of Encyclopedia
if it made it no harder to produce or deliver and there were
no negative financial consequences. They looked at me horrified,
and said that it was just the right size now, and that they
would never do such a thing. I told them the Encyclopedia
would be all but dead in a few years then. The Web barely
existed at that time, but it was clearly on its way.
A similar thing is happening with online education. Why not
let everyone who applies in? There are no dorm rooms to worry
about, and no class size or classroom issues. Faculty need
not be tenured. In fact, they can and should be drawn from
the best practitioners in the world. When location has no
meaning in education, a lot of things change.
A university can imagine that its faculty are the best and
that increasing its size would decrease its quality, but,
especially in a practical field, in Master's programs, this
is unlikely to be the case. Would-be practitioners are often
best taught by current practitioners. Notions like clinical
faculty and teaching hospitals exist in medical schools and
other professional schools for a reason. The academics are
not necessarily the best in practice. The size of the student
body should be a function of the number of available mentors
drawn from people who have practiced or are practicing the
skills being taught.
So, who should be admitted? Anyone who can do the work, is
the obvious answer. But, it should come as no surprise that
not everyone who applies is equally prepared. In a teamwork
based program, this can have serious consequences. On the
other hand, in the real world, not every team member is equally
prepared or equally skilled either. Dealing with such issues
is part of how we learn to function in a field.
We have decided to admit anyone who has demonstrated sufficient
experience and skills. For those for whom we cannot make this
judgment, we have devised the pre-MSIT program. This program
has three flavors. Working backwards, we have a short course
one can sign up for. If a student succeeds at that course,
if he or she can deliver the product that we teach him or
her to build, then that student is admitted into the MSIT
program of their choice. If the student is not ready for that
course, we have a course that prepares him or her to handle
it. And, if a student really know nothing about computer science,
we have devised a full year program, the successful completion
of which will qualify him or her for admission into the one
year MSIT program. To put this more simply, there is a two
year MSIT program that anyone who has a college degree can
get into.
Why a college degree, you might ask? Simply because Carnegie
Mellon is not ready to relax that requirement. Of course,
I do not see why there should be any such requirement at all.
Maintenance of quality that is the issue, not admissions.
We should concern ourselves with the quality of the output,
not the quality of the input. A school should not brag about
how hard it is to get in, but how hard it is to get out. The
job of the faculty is to teach, after all. There probably
is a point where one cannot find sufficient numbers of people
who can mentor students and thus produce quality output. We
have not yet met that point, however.
This leads to the issue of branding. What happens if thousands
of people have Carnegie Mellon software engineering degrees?
Wouldn't they suddenly be worth a lot less on the open market?
This is an odd question for a university to ask, as it is
simply an issue of supply and demand, and ought not concern
to a major university as long as people want to sign up for
the degree program. But, it does get asked.
To put this another way, Harvard likes it, in a deep way,
that very few people can get into Harvard. Having a Harvard
degree is seen as something special. This elitist notion seriously
harms education in general, however. If Carnegie Mellon can
teach many more people to be good software engineers, then
an obvious consequence of this is that the world's software
systems are more likely to work. Banks will function better,
space shuttles will launch, airplanes will be less likely
to collide, and so on. In a world so dependent on computers,
isn't it a good idea to make as many highly qualified software
practitioners as possible? It makes me crazy that this question
is asked. It is clear why it is asked. Places like Harvard
don't see it as their mission to better educate the world.
If everyone had a high quality education, might business be
more ethical, might there be less terrorism, might politicians
be more effective? It sure couldn't hurt. Universities need
to change their view on this. Online education has the power
to make the world a better place if universities stop thinking
about brand name and start thinking about their role in the
larger world.
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