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GOOGLE NO ES DIOS
Javier Martínez Aldanondo,
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl
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En cierta ocasión, mientras preparaba un taller sobre
Gestión del Conocimiento, acudí a Google para
averiguar el precio de un ejemplar del diario El País.
Como hace varios años que no vivo en España
(desde la época en que murió nuestra querida
Peseta y nació el todopoderoso Euro), he perdido la
noción del precio y siendo ya casi de madrugada, tampoco
tenía a quien acudir para preguntárselo.
Google no fue capaz de darme una respuesta tan simple como
esa, entre otras cosas porque no fue capaz de entender lo
que yo le estaba preguntando aunque cualquier niño
español lo hubiese hecho sin ningún esfuerzo.
Google ni siquiera pudo distinguir si cuando le preguntaba
por El País, me refería a un periódico
o a una nación. Nunca supo si los resultados que me
presentaba me resultaron útiles ni pudo aprender de
ello porque he vuelto a hacer la búsqueda hoy mismo
obteniendo idéntico resultado. Obviamente Google no
sabe leer y por eso no comprende nada de lo qué me
está entregando. El verdadero problema es que Google
no es inteligente http://tokland.com/elearning/?p=24
Si lo fuese, actuaría como lo hacen las personas.
El mérito y el éxito de Google son indiscutibles.
En 1998, la empresa no existía y hoy tiene 15.000 empleados,
es ejemplo de organización innovadora, aclamada como
una de las marcas más reconocidas y por encima de todo,
considerada la mejor empresa para trabajar en el mundo. Incluso
en el año 2006 se acuñó un nuevo verbo,
To Google, en el diccionario inglés. Su buscador ha
sido proclamado como una obra maestra y su objetivo resulta
loable "organizar la información del mundo y hacerla
universalmente accesible y útil". Sin dudar que
esta intención tiene una utilidad innegable, la pregunta
que hay que hacerse es ¿Realmente las personas necesitamos
todavía más información?.
Permanentemente escuchamos "Si necesitas saber algo,
búscalo en Google". Es frecuente que muchas personas
relacionadas no solo con el mundo de la educación o
de la formación corporativa sino de los negocios en
general, hablen de Google como una importantísima herramienta
para aprender http://tokland.com/elearning/?p=16
"Cualquier pregunta que tengas, Google tendrá
una respuesta para ti". Pero, ¿es así?
¿acaso Google es Dios?
En el mundo en que vivimos, no importa lo que sabes, importa
lo que haces con lo que sabes. El sistema educativo sigue
insistiendo (al igual que casi toda la sociedad) en que aprender
consiste en acumular información lo que equivale a
ser culto y por tanto inteligente. La vida te demuestra que
eres lo que eres capaz de hacer, es decir, lo que has aprendido
a lo largo de tu vida, poco de lo cual se lo debemos a la
educación formal. Para nuestra desgracia, la forma
cómo Google organiza y entrega información no
se parece nada a cómo lo hace nuestro cerebro por que,
insisto, mi hijo de 2 años, sin apenas esforzarse,
es más inteligente que Google y esto tiene 2 consecuencias
cruciales.
1. Nos ayuda a reflexionar sobre qué significa
ser inteligente. La definición con la que más
me identifico la encontré hace algunos años
cuando, interesado sobre cómo funciona el cerebro,
leí un magnifico libro llamado On Intelligence. La
tesis que sostiene su autor, Jeff Hawkins (fundador de Palm)
es que el cerebro de cada persona usa la memoria para crear
un modelo del mundo "grabando" todas las experiencias
que tenemos. Todo lo que sabes y has aprendido está
almacenado en este modelo. El cerebro usa ese modelo basado
en la memoria para hacer predicciones continuas de eventos
futuros, de lo que espera que experimentemos antes de que
lo experimentemos, es decir, de lo que va a ocurrir. La
función primordial del cerebro es Predecir.
La base de la inteligencia por tanto es la habilidad de
hacer predicciones sobre el futuro y la base del aprendizaje
es que esas predicciones fallen. El cerebro no inventa respuestas
sino que recupera respuestas de la memoria que ya estaban
almacenadas hace tiempo y las usa para producir comportamiento
y solucionar problemas. Los más de 30 billones de
neuronas contienen tu conocimiento, tus habilidades y experiencias,
de hecho es tu neocortex el que está leyendo estas
líneas. Tú eres tu cerebro. En las sinapsis
se almacenan millones de memorias esperando la llamada apropiada,
esperando ser invocadas. Cuando las predicciones se cumplen,
significa que entendemos y nuestra sensación es que
todo ocurre normalmente. Cuando no se cumplen, no entendemos
lo que nos obliga a prestar atención y empezar a
preguntar http://tokland.com/elearning/?p=126
En varias columnas hemos abordado precisamente esta misma
línea de pensamiento que defiende Roger Schank cuando
sostiene que para aprender, tienen que fracasar tus expectativas
(expectation failure) de lo que va a ocurrir, es decir,
tus predicciones no se cumplen y es en ese momento, cuando
quieres explicarte el por qué cuando estás
dispuesto a aprender. Las personas (al contrario de lo que
opina el sistema educativo) NO acumulamos datos sino casos,
sobre todo nuestros propios casos. Tener casos conduce a
tener expectativas sobre cómo ocurrirán las
cosas (cada mañana, espero que salga el sol y amanezca).
Somos un conjunto de expectativas que cuando NO se cumplen
(no amanece y por tanto se produce un error en la predicción),
desencadena un proceso imparable de preguntas para entender
y aprender. Esto significa que el aprendizaje surge de la
confusión, lo que para mucha gente resulta difícil
de aceptar.
2. Las personas no estamos diseñadas para buscar
información y cuando lo hacemos, no somos muy
hábiles en dicha tarea. Sin embargo, todo el mundo
parece extasiado con la capacidad de la web para proveernos
de información. No sólo eso, las organizaciones
invierten enormes sumas de dinero en sistemas de gestión
del conocimiento donde cualquier empleado podrá encontrar
toda la información que necesite para su trabajo.
De nuevo volvemos a encontrarnos de bruces con la creencia
de que lo que necesitan los profesionales para ser más
productivos, es más información.
Expertos en el área de las Neurociencias indican
que nuestro cerebro sigue siendo un órgano básicamente
diseñado para sobrevivir. Esto significa que durante
miles de años su función fue prestar atención
a los estímulos y señales del entorno para
poder actuar en consecuencia. Somos animales cuya atención
sigue estando regida por lo emocional. Registramos estímulos
(casi siempre inconscientemente) y todo lo que apela a centros
emocionales tiene prioridad: Huir, luchar, alimentarse,
procrear, etc. Esa es la razón por la que las historias
funcionan mejor que las teorías, por la que es más
sencillo entender una película que un discurso político,
por la que aprendemos naturalmente de nuestras experiencias
y no de datos y conceptos abstractos. Si los que leemos
este artículo existimos es porque antes que nosotros,
muchos seres humanos aprendieron lo necesario para la supervivencia
sin siquiera saber leer ni sin que el aula, los cursos o
los profesores estuviesen inventados. Los que no fueron
capaces de aprender, desaparecieron. De nuevo, aparece el
Aprender como la habilidad clave. La supervivencia dependía
del conocimiento que transferían los que sabían
(los ancianos de la tribu) y la capacidad de aprender de
los que se incorporaban (apenas adolescentes). Durante mucho
tiempo, los cambios fueron lentos y la cantidad de estímulos
limitada. En los últimos siglos, sin embargo esta
tendencia ha cambiado velozmente. No olvidemos que la lectura
y la escritura tienen apenas pocos siglos en la historia
del hombre. La cantidad de información que recibimos
a diario es descomunal, sigue creciendo de forma geométrica
y por si fuese poco, tenemos siempre la sensación
de que nunca es la suficiente. ¿Cuántos mails
recibes cada día? ¿Cuántos abres? ¿Cuántos
lees? ¿Cuántos contestas? ¿Cuántos
guardas? ¿Qué haces con los que guardas? Con
otro tipo de documentos pasa exactamente lo mismo. Estamos
desbordados, nuestro cerebro no está preparado para
absorber tanta información y su forma de defenderse
es obvia: se estresa y la demostración palpable la
vemos cada día en el trabajo y sus repercusiones
sobre la vida familiar.
Lo que realmente ocurre es que nuestro cerebro es un sistema
especializado en reconocer problemas y proveernos soluciones.
¿No es esto lo que necesitan las empresas? Cuando necesitamos
algo, nuestro cerebro es el que nos trae la información
sin que la pidamos. Y esto es así porque esa información
ya se encuentra en nuestra cabeza. De hecho, y aunque no nos
demos cuenta, cada vez que hacemos algo, cualquier cosa, desde
hacernos el desayuno por la mañana hasta lavarnos los
dientes antes de dormir, no hacemos otra cosa que gestionar
nuestro conocimiento: el cerebro nos entrega continuamente
aquellas experiencias almacenadas en la memoria para entender
lo que está ocurriendo. Lo maravilloso es que siempre
nos llega la información que necesitamos y no cualquier
otra Y nos llega justo en el momento que la necesitamos y
sin que la tengamos que ir a buscar. La búsqueda que
hace Google no se parece en nada porque Google no sabe lo
que estás buscando ni para qué y por tanto te
arroja miles de entradas donde la pertinencia es aleatoria
y donde debes empezar a bucear en cada una de ellas para verificar
si responden a lo que estás buscando. Es esencial la
manera en que almacenamos esas experiencias (lo que abordaremos
en otra columna) y como accedemos a ellas. Por si fuera poco,
el conocimiento es dependiente del contexto ¿Qué
sabe Google de mi contexto? Para aprender, dependemos de lo
que ya sabemos.
Quienes trabajan ya sobre la Web 3.0 se preguntan si seguiremos
buscando información o lo harán las máquinas
por nosotros. Para que esto sea así, un computador
(que hoy no se parece mucho a un cerebro) necesita ser inteligente
y copiar la forma en que operan las personas
Estas
distinciones son cruciales ya que según lo que creamos
que significa ser inteligente y cómo aprende la gente,
diseñaremos la correspondiente oferta de recursos y
herramientas para ayudarles a hacer mejor su trabajo y obtendremos
o no determinados resultados.
En varias ocasiones, algunos lectores que me han comentado
que mis artículos del newsletter son demasiado largos.
Es verdad y mi respuesta es siempre la misma: Vivimos sometidos
a la tiranía de la instantaneidad, a la dictadura de
la velocidad. Nunca tenemos tiempo, todo es para mañana
mismo, cada vez más buscamos simplificarlo todo (cursos
más cortos, libros más escuetos, dietas más
inmediatas
). Y ocurre que hay ámbitos donde los
atajos no funcionan y uno de ellos es en lo relacionado con
el conocimiento, el aprendizaje y la inteligencia. Lo que
te ha costado 30 años de tu vida aprenderlo no se puede
aprender en 2, ni en 5 ni en 10. Google, un libro o un sistema
de buenas prácticas son una pérdida de tiempo
si no los llevas a la práctica. No basta con leer o
escuchar, de hecho, nada funciona mientras no lo practicas.
Es indiscutible que la variable tiempo es la clave en los
negocios de hoy. Te pagan por tu tiempo y aunque se trate
de un bien escaso (el tiempo es oro) está uniformemente
repartido porque todos tenemos la misma cantidad para gastar.
Ya no importa donde estés, importa que estés
(aunque sea virtualmente) cuando ocurran las cosas. Las organizaciones
e incluso las personas, trabajan con información en
tiempo real para tomar decisiones en tiempo real, es decir,
se gestionan en tiempo real. Para ello, es imprescindible
que el aprendizaje ocurra en Tiempo Real. Pero para aprender
de verdad, hay que tomarse tiempo, hay que equivocarse mucho
pero sobre todo, y perdonen mi obsesión, hay que practicar
repetidamente (no aprendo hasta que no hago algo con lo que
me entregue Google, pero no antes). La herramienta cerebral
que permite que se formen esas sinapsis (sustento de nuestras
predicciones), es la práctica repetida, reiterada,
continua. Aprender es enemigo de las prisas, de la cultura
Light. Si no estamos dispuestos a tomarnos ese tiempo, entonces
es que no estamos dispuestos a hacer las cosas con cariño,
con pasión y como decía un antológico
refrán español (Vísteme despacio que
tengo prisa) con sabiduría. Google puede ser un primer
paso en un proceso de aprendizaje, nunca el último.
¿Te sirvió Google cuando aprendiste a andar
en bicicleta? ¿Qué crees que hace tú
cerebro cuando pedaleas sobre tu bicicleta?
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Si ocurriera como en el Ensayo sobre la Lucidez de
José Saramago, que todos fuéramos por la vida
despiertos y pensantes, podríamos llegar a apreciar
los detalles más hermosos de ésta. Se nos manifestarían
en todo su esplendor las cosas bellas, verdaderas y buenas.
Transitando despiertos tendríamos más oportunidades
para ser creativos. La creatividad es hija, en cierta medida,
de la lucidez. No de toda lucidez, sin embargo, brota creatividad,
pero sin aquella no es posible ésta. A la sazón,
la lucidez nos permite saborear la creatividad del otro. Nos
permite ver lo resplandeciente de las cosas. Hace unas noches
me invitaron a una cena maravillosa. Me tropecé con
sabores ignotos, mezclas inauditas, texturas irreconocibles
al primer paladar. Después de celebrar cada uno de
los comensales la eminente destreza de la cocinera, todos
coincidimos en que la creatividad desplegada por Mayra Leticia
era inusual e inspiradora, incluso alguno la señaló
como mágica. Ante los halagos la anfitriona, algo incómoda
de tanto elogio, nos atajó con una rápida sentencia:
aquí hay bien poco de inspiración. Lo que
hay es mucho trabajo y mucho compartir, añadió.
¿Cómo es eso?, pregunté con una perspicaz
curiosidad. Pues, dijo ella, si bien la cocina es mi hobby,
la practico con frecuencia y sistematicidad y lo hago con
un grupo de amigos y amigas con quienes nos juntamos a preparar
nuevas recetas y compartir aquellas que vamos descubriendo
cuando cocinamos cada uno en sus casas. Practicamos juntos
e inventamos en el momento y probamos los platos de unos y
de otros.
Como ya he dicho antes la creatividad no sólo es el
fruto de la inspiración. Hay que trabajar duro para
conseguir ser creativos: practicar, practicar mucho y equivocarse.
Pero igualmente la creatividad no emerge en cualquier lugar.
Mayra Leticia y sus amigos, por ejemplo, han creado un entorno
estimulante para sus ejercicios creativos de cocina. De hecho
hay ambientes que la inhiben, que no posibilitan que brote
la creatividad. Por tanto, cabe razonablemente hacerse la
pregunta: ¿en qué hábitat se produce
la creatividad?. Hasta donde sé, y en especial para
las organizaciones, esa respuesta nos lleva a pensar que las
Comunidades de Práctica (CoP) son el ecosistema idóneo
para producir creatividad. Las CoPs son un espacio de encuentro
entre personas que tienen intereses y objetivos comunes en
el cual interactúan para la generación, intercambio
y asimilación de experiencias alrededor de áreas
de aplicación específicas con objetivos bien
definidos. El grupo de amigos que se reúnen a cocinar,
sin saberlo han creado una CoPs informal.
Las nuevas organizaciones debieran desarrollar este tipo
de espacios creativos para pensar y re-pensarse. El conocimiento
es fruto de millones de actos creativos. Las CoPs permiten
conducir estos actos para gestionar ese conocimiento y llevarlo
a la innovación. Las CoPs albergan por su propia naturaleza
-híbrida, relacional- actividades creativas relacionadas
especialmente con la redefinición de problemas y la
toma de decisiones. En general, estos espacios son de carácter
informal y ad-hoc. Es decir, se crean fuera de las estructura
orgánica de la organización y para un objetivo
muy particular, que una vez cumplido no requieren de continuidad,
aunque podría haberla también.
¿Qué permite una CoPs?
A las empresas y organizaciones les permite focalizar el
talento. Esto es, centrar el esfuerzo y la experiencia de
personas diversas en aquellos temas que son de interés
para la organización. Alinear el talento de las personas
con los objetivos de negocio es una de las clave de bóveda
del éxito empresarial de los tiempos que corren. Por
otro lado, las CoPs posibilitan la creación de redes
dentro de la organización. Las estructuras estancas
y jerárquicas no estimulan el trabajo colaborativo
y en red. La naturaleza compleja de la mayoría de los
problemas que enfrentan las organizaciones demandan abordajes
multidisciplinares que las organizaciones tradicionales no
son capaces de asumir, pero que las CoPs pueden perfectamente
hacerse cargo de esta nueva realidad. Finalmente, las CoPs
permiten aprovechar el conocimiento individual de las personas
y analizarlo para desarrollar una memoria corporativa. Traducir
el capital intelectual de la organización en un conocimiento
corporativo tiene un gran valor para la estrategia de cualquier
organización. El conocimiento, como hemos dicho en
otras ocasiones, pertenece a las personas, explicitarlo, almacenarlo,
difundirlo y explotarlo, debería ser una meta de toda
organización.
Las CoPs permiten además estructurar mejor los grupos
de trabajo con reglas y roles mejor definidos. Estos espacios
de trabajo creativo no se pueden dejar al albur del azar.
Para que desplieguen todo su potencial, se requiere de un
rayado de cancha y de una buena definición de quién
es quién y quién hace qué. Esto posibilita,
por otro lado, una mejor planificación de los recursos
de trabajo, ya sea los tecnológicos como los organizativos.
Los resultados obtenidos en una CoPs pueden, a través
de ella misma, ser comunicados, sensibilizados y difundidos
a toda la organización.
Las CoPs, por último, como espacios de intercambio,
hacen posible que el conocimiento de las personas fluya de
unas a otras, generando nuevo conocimiento. Este proceso embebido
en una estructura semi-formal o informal, pero reconocida
por la organización, facilita la incorporación
de herramientas y criterios de gestión que permita
explotar el conocimiento como factor de productividad de negocio.
La creatividad que la innovación requiere no puede
dejarse a la suerte de lo que venga. En un almuerzo con un
amigo me explicaba que los futbolistas chilenos son buenos
hasta los 18 años y nada tienen que envidiarle a los
mejores. La naturaleza les proveyó unas buenas condiciones
que luego deben reafirmarse en un contexto que las asegure,
las mejore y las adapte. Sin embargo, en nuestro país
ese ambiente potenciador no existe, por tanto comienza la
decadencia. Lo mismo podría decirse de Mayra Leticia
y sus amigos cocineros. Ellos han creado un contexto que fomenta
y facilita la creatividad que no es igual a la suma de las
creatividades individuales. Ese contexto, que es bastante
parecido a una CoPs, estimula unas propiedades emergentes
del grupo que no existen en cada uno de ellos individualmente
considerados. Si no somos capaces de generar el espacio para
que la creatividad germine, permanecerá durmiendo el
sueño de los justos. La gente hará sólo
lo que le dicen que haga o lo que siempre hace. El desafío
es, entonces, cómo crear en nuestras organizaciones,
pensadas para fabricar productos en serie, espacios que alberguen
a los knowledge workers y desde allí catalicen las
nuevas ideas, de las que al fin y al cabo depende la sostenibilidad
(sobrevivencia) de la organización.
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Catenaria
- Gestión del Conocimiento
Agustinas, 1350 / Teléfono
56 - 2 - 2905404 / Mail: jmartinez@catenaria.cl / Santiago, Chile
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