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El trabajo no es un lugar
Javier Martínez Aldanondo,
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl
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"Hace casi 2 semanas".
Eso fue lo que me respondió un amigo que trabaja desde
hace años en una multinacional norteamericana cuando
le pregunté cuánto tiempo hacía que no
pisaba su oficina. A mucha gente una situación de este
tipo le debe parecer inconcebible.
Evidentemente, mi amigo dispone en su casa de un despacho
equipado por su empresa con todos los medios necesarios para
trabajar y coordinar virtualmente al equipo que dirige. Además,
una parte importante de su tiempo la dedica a visitar clientes
y buscar nuevas oportunidades.
Pero este elocuente ejemplo clarifica varios aspectos que
estamos enfrentando actualmente:
1. En la sociedad del conocimiento, el trabajo no puede
ser considerado como un lugar, sino como una actividad,
en realidad como un proceso cerebral. Si para llevar a cabo
las tareas que forman parte de tu trabajo dependes de tu
conocimiento, entonces tu trabajo eres tú (y tu computador
y tu conexión a internet). No necesitas mucho más.
2. El hecho de atar el trabajo a un lugar físico
y a un horario predeterminado no sólo es absurdo
sino que es ineficiente. Una persona que viva en una ciudad
grande (por ejemplo, Santiago) invierte cada día
un promedio de 2 horas en ir y volver de su casa a la
oficina. Es decir, cada 4 días, desperdicia una
jornada laboral de 8 horas completa. El despilfarro es
evidente pero no sólo en tiempo (que es el tesoro
más preciado) sino en alquiler de metros cuadrados
de oficina innecesarios, en gasolina, en contaminación,
en atascos por culpa del tráfico (hay estadísticas
que hablan de una semana perdida al año), en stress-cansancio-malhumor,
en horas de sueño, en calidad de vida familiar
Hasta hace pocas décadas, el conocimiento apenas
existía como factor que tuviese algún impacto
sobre el trabajo y los resultados. Un agricultor dependía del acceso a la tierra, de
contar con herramientas adecuadas. Un trabajador de una
fábrica dependía de las máquinas, de
la materia prima, de otras personas. Pero del conocimiento
no había ni rastro, nadie lo mencionaba. En esas
épocas no tan lejanas, la esperanza de vida era mucho
menor, la fuerza física era una cualidad muy importante
y por ejemplo, la alimentación era un proceso primordial
para dotar de "combustible" a quienes trabajaban.
Hoy lo que te compra tu empresa o lo que compran tus clientes
no es fuerza física sino mental: Conocimiento. No
vendes tu tiempo sino que vendes el resultado de tu tiempo,
igual que un arquitecto vende un proyecto o una casa y no
su tiempo. Por tanto, dónde y cuándo realices
ese trabajo empieza a ser irrelevante. Y desde luego no
comienza a las 9AM y termina a las 18h. Como dicen los anglosajones,
las mejores ideas surgen en 3 lugares que empiezan con B:
Bed, Bus, Bathroom. El conocimiento, el elemento base a
partir de la cuál despliegas tus habilidades y desarrollas
tus competencias, lo llevas contigo las 24 horas del día
en tu cerebro con la peculiaridad de que aunque lo compartas,
no lo puedes perder. Para "empeorar" las cosas,
resulta inútil tratar de apagar tu mente como si
fuese la televisión porque nunca deja de funcionar.
Durante los últimos meses me ha tocado viajar casi
todas las semanas y resulta impresionante comprobar cuánto
he podido trabajar en lugares, que hasta hace algunos años
resultaban poco propicios como el avión, el coche,
el hotel o los cafés. Esta realidad tiene consecuencias
interesantes:
1. El conocimiento, que ya es la materia prima más
importante para la mayoría de empresas, va a incrementar
su protagonismo al igual que su factor de producción
que es el aprendizaje. No hay duda de que lo que eres
depende el conocimiento que tienes y lo que serás
depende del conocimiento que seas capaz de generar.
2. Son sobre todo las personas y no las organizaciones
las que tienen el conocimiento que necesitan para hacer
su trabajo. Reconocer esta situación significa
entender el enorme poder que tienen los "dueños
del conocimiento", sobre todo de aquel que resulta
crítico para el éxito de una empresa (como
veremos en el ejemplo de los clubes de fútbol).
Por eso no se puede decir que el conocimiento sea un activo
de las empresas sino de las personas que no es ni mucho
menos lo mismo.
3. Ese conocimiento es el resultado de lo que las personas
han aprendido a lo largo de sus vidas. Aprender se impone
como la habilidad más importante.
4. Las personas cada vez estarán más dispuestas
a invertir tiempo y dinero en incrementar su propio conocimiento,
es decir en aprender, porque eso les otorga un ilimitado
poder para guiar sus vidas y sus proyectos profesionales
con autonomía y libertad. El negocio de la educación
y la formación no hará otra cosa que crecer
exponencialmente. Al mismo tiempo comprobaremos cómo
se produce un imparable fenómeno de desvinculación
de profesionales portadores de conocimiento crítico
de las empresas que los emplean para buscar caminos propios
más desafiantes y más atractivos.
5. De la misma manera, las empresas sólo se explican
a partir del conocimiento de sus integrantes y por tanto
también van a tener que esforzarse, en hacerlos cada
vez más competentes, cada vez mejores y la mejor
manera es apostar por desarrollarlos y formarlos, con el
riesgo, paradójico, de perderlos en cualquier momento.
Lo que se está configurando es una nueva forma de
entender el trabajo y las organizaciones que en mi opinión
va a cambiar profundamente la sociedad. Recientemente se
publicaban los resultados de un ranking de las mejores empresas
para trabajar y la mayor parte de ellas compartían
algunas características que no son accidentales:
Empresas tecnológicas, con pocas décadas de
historia a sus espaldas, con un promedio de edad muy bajo
entre sus integrantes, con estructuras organizacionales
planas y que han creado atmósferas enormemente satisfactorias
y motivantes para sus empleados.
No podemos obviar que los jóvenes que se están
incorporando al mercado laboral (y los que lo harán
en el futuro) han sido educados en la participación,
para opinar, tomar sus propias decisiones y por tanto huyen
de organizaciones verticales, jerárquicas donde tienen
poco espacio para aportar. Estos profesionales están
creando organizaciones mucho más basadas en la autonomía,
la confianza y la libertad. La contrapartida, desde luego,
es que ya no te puedes refugiar detrás de las órdenes
del jefe o las decisiones de otros sino que eres responsable
y debes rendir cuentas por ello. Los fundadores de Google,
ambos educados en colegios Montessori, declaran que crearon
la empresa entre otras cosas porque no les gusta la autoridad
ni que les digan lo que deben hacer.
Un equipo de fútbol es un ejemplo de una organización
del conocimiento donde los sueldos más elevados los
reciben los de "abajo" y no los de "arriba".
Los jugadores cobran más que el entrenador que a
su vez cobra más que los directivos. ¿Qué
producto vende el futbol? Un intangible, una promesa (ni
siquiera una garantía) de entretenimiento. Los jugadores
no sólo son los que más cobran (aunque cada
uno recibe distinta remuneración) sino que son los
que mayor poder acumulan y a los directivos no es resulta
fácil manejarlos. Y en el momento que un jugador
decide irse, simplemente lo hace y se lleva consigo todo
el conocimiento que atesora y el club tiene poco más
que hacer que buscarle rápidamente sustituto (buscar
un conocimiento equivalente representado por otro jugador).
El mundo del cine funciona de manera similar con los actores.
En cualquier otra empresa normal eso no sucedía pero
a medida que el conocimiento se erige como el factor clave,
las relaciones de poder empiezan a cambiar y la forma de
estructurar la organización no tiene más remedio
que modificarse abruptamente. Esa transición no será
fácil ni inmediata y va a enfrentar resistencias
por parte de aquellos que se sentirán perjudicados
por el cambio. Aunque la democracia no sea un sistema ni
mucho menos perfecto, la calidad de vida es muy superior
a la que provee una dictadura. Obviamente resulta más
sencillo controlar una organización como si se tratase
de un "ejército" disciplinado que actúa
a partir de reglas y castigos conocidos que a un grupo de
"artistas" que funciona con sus propios planes.
Durante varios años, yo tuve un despacho en mi casa
y los beneficios son evidentes pero al mismo tiempo no se
puede minusvalorar el precio que hay que pagar: No sólo
hay que disponer de un espacio físico bien acondicionado
sino que hay que aprender a trabajar de una forma distinta
(el peligro de que el trabajo invada la vida privada es
real y puede tener efectos desvastadores), es necesaria
una dosis no menor de disciplina y desde luego capacidad
para trabajar coordinadamente en equipos dispersos y donde
la tecnología juega un papel protagónico.
En resumen, si tienes conocimiento, tienes el poder de
escoger donde "invertirlo" y por tanto, de decidir
tu futuro. Por esa razón, cuanto más aprendas,
mucho mejor para ti, porque no haces otra cosa que incrementar
tu capital, tu patrimonio. Tanto conocimiento tienes, tantos
vales. Y esto deriva además en un tema paralelo que
el filósofo francés Jean Paul Sartre mostraba
magistralmente con esta frase: "Felicidad no es
hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace".
Uno de mis "problemas" es que me encanta lo que
hago, no lo considero trabajar. ¿Cuánta gente
realmente puede decir eso de su trabajo? Una de las mayores
preocupaciones que tienen los directivos es cómo
alinear a los empleados con las estrategias y cómo
lograr que se involucren con las empresas que les pagan.
En definitiva, cómo hacer que amen su trabajo. Casi
nada. Resulta llamativo comprobar cómo se involucran
las personas cuando el proyecto es suyo en comparación
con la dedicación que mostraban cuando trabajaban
para terceros.
Precisamente se acaba de celebrar el 1 de mayo, día
del trabajo y todavía resulta normal escuchar frases
como "Estoy en el trabajo", "voy camino al
trabajo", "cuando salga del trabajo" "me
he quedado sin trabajo". Pero no será por mucho
tiempo. No, el trabajo no es un lugar. El trabajo eres tú.
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Tiempos para Humanizar el Trabajo
Marcelo Lasagna, Gerente Sector
Público de Catenaria
mlasagna@catenaria.cl
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"Cuando los hombres de negocios y los directivos aportan conciencia al trabajo, se convierten en catalizadores de cambios profundos en el trabajo". Dr. Alex Pattakos. |
El trámite del viaje en avión es verdaderamente
un tedio mayúsculo para personas inquietas como yo.
Los aviones no están acondicionados para hacer agradables
los grandes tránsitos, al menos para quienes usamos
con frecuencia la cabina económica. Hacer de la necesidad
virtud es ya una cuestión de sobrevivencia. Y puestos
en ello, cada quien se las ingenia para matar -o potenciar-
el tiempo. Desde hace años que los viajes en avión
los ocupo leyendo libros que considero de calidad y que
compro precisamente pensando en esos momentos. En mi ultimo
viaje a Barcelona tuve la suerte de compartir una conversación
con Claudio Drapkin, chileno afincado haces muchos años
en la ciudad condal, sobre su último proyecto: el
Barcelona Center for Meaning (BCM). Claudio, formado en
ESADE, es de aquellos consultores organizacionales que enfatizan
el valor de las personas como el componente esencial para
que las organizaciones obtengan los resultados que esperan.
Desde hace 12 años dirige, junto a su socia Nuria
Povill, SOLO COM desde donde enfocan su trabajo en ayudar
y acompañar a las organizaciones en sus procesos
de cambio, crecimiento y transformación.
Desde hace solo un año comenzaron con este nuevo
emprendimiento, con el apoyo del Dr. Alex Pattakos, fundador
y director del Santa Fe Center for Meaning y autor del libro
"En busca del Sentido. Los Principios de Víktor
Frankl aplicados al Mundo del Trabajo". El Barcelona
Center for Meaning (BCM), que es el único centro
en el mundo que cuenta con el apoyo del Dr. Pattakos, fue
pensado para desarrollar la visión de re-humanizar
las organizaciones, ayudando a que las personas encuentren
su sentido profesional y personal en ellas, y a que las
organizaciones creen y conserven puestos de trabajo con
sentido, y que los empleados se sientan plenamente comprometidos
y trabajen orientados hacia la innovación continua.
Durante la conversación con Claudio apareció,
como era obvio, el referido libro de Pattakos. En mi viaje
de regreso a Santiago me deleite con su lectura. Ya venía
muy bien dispuesto por los comentarios recibidos y por la
creencia común en la relevancia que para las organizaciones
del mundo de hoy tienen las personas. En la sociedad del
conocimiento las organizaciones exitosas serán aquellas
capaces de gestionar mejor su conocimiento. Todos -o casi
todos- sabemos que éste mayoritariamente está
localizado en las personas. Para que éste se transforme
en capital organizacional, las empresas deberán diseñarse
de una manera distinta a la que hasta ahora ha prevalecido.
Si el conocimiento es la principal ventaja competitiva y
éste está en sus empleados, los diseños
que se adopten deberán estar centrados en las necesidades
de compartir, explotar y crear ese conocimiento para que
se transforme en capital para la organización. De
modo que el clima organizacional, los incentivos, la motivación
intrínseca, los desafíos, la capacidad de
innovar, la creatividad, la confianza, deberían tener
un lugar de honor en el funcionamiento de las organizaciones.
Para que ello ocurra es indispensable que los empleados
sientan que por su trabajo entregan mucho y que de el también
reciben. Encontrar un sentido en el trabajo para los empleados
puede llegar a ser la clave de bóveda del rendimiento
de las organizaciones.
Desde esta perspectiva el libro de Pattakos es iluminador.
Pattakos, discípulo del célebre psiquiatra
austriaco Viktor Frankl, aplicó los principios y
sistema terapéutico de éste al mundo del trabajo.
Frankl autor del libro "El Hombre en Busca de Sentido"
y de la logoterapia, enunció estos principios desde
su experiencia tras haber pasado por campos de concentración
durante la II Guerra Mundial. Frankl procuró hacernos
ver que tenemos libertad de respuesta en todos los aspectos
de nuestro destino. En otras palabras, lo medular del pensamiento
de Frankl y Pattakos es que las personas podemos darle significados
relevantes a nuestras vidas y convertirnos en hacedores
de ella.
Pattakos parte en su libro declarando que la vida no sólo
nos sucede, sino que la hacemos. El hombre, por su naturaleza,
es un animal de hábitos y costumbres. Nuestras acciones
son pautas de comodidad y costumbres. Entonces nos parece
que la vida es algo que nos pasa, limitando nuestro potencial
para cambiar las cosas y hacernos dueños de nuestro
destino. Salirnos de esos senderos mentales es lo que nos
propone Pattakos a través de la búsqueda de
sentido en el trabajo y la vida. Estos nos llevaría
a humanizar el trabajo, dándole un propósito
esencial a lo que hacemos. El trabajo tiene un gran desafío:
organizarse más adecuadamente al factor humano.
Para conseguirlo Pattakos propone una metodología
basada en los siguientes 7 principios.
1. Haga uso de la libertad para escoger su actitud: En
toda situación, independientemente de lo desesperada
que pueda parecer, siempre tiene la libertad última
de escoger su actitud.
2. Encuentre su voluntad de sentido. Comprométase
con valores y objetivos significativos que sólo usted
puede llevar a cabo.
3. Detecte el sentido en los momentos vitales: Sólo
usted puede responder por su propia vida: intente detectar
el sentido de cualquier momento dado y asuma la responsabilidad
de componer el rompecabezas de su propia existencia.
4. No trabaje contra de sí mismo Evite obsesionarse
demasiado con un resultado porque entonces sus esfuerzos
podrían alejarle de su meta.
5. Obsérvese a si mismo desde la distancia: Sólo
los seres humanos poseen la capacidad de mirarse a si mismos
desde la distancia. Esa capacidad es la que nos dota de
"sentido del humor", un sentido propio de nuestra
especie.
6. Desplace su centro de atención: Desvía
su atención de las situaciones problemáticas
y construya mecanismos de afrontamiento del estrés
y el cambio.
7. Vaya más allá de sí mismo: Manifieste
su espíritu humano en el trabajo orientándose
hacia algo diferente de usted mismo.
Estos principios, plantea Pattakos, conducen a las personas
a la libertad y al sentido en aquello que hacen, además
de conectarles con sus propias vidas y con las vidas de
las personas que les rodean, aportando un significado profundo
al mundo del trabajo.
Una mirada humanizada de las organizaciones ayuda a generar
islas de estabilidad en los tiempos de incertidumbre que
corren. Asimismo los requerimientos de innovación
sistemática que éstos crecientemente exigen,
hacen que las personas se transformen en los catalizadores
de cambios y generadores de riqueza. Para conseguirlo no
cabe duda alguna que han de estar totalmente alineados con
sus respectivas organizaciones y sentirse significativos
y significantes en ellas y con lo que entregan a ellas.
Aquellas organizaciones que permitan y estimulen que sus
empleados estén movidos por creencias y valores positivos
y que desplieguen actitudes constructivas para el trabajo,
serán las que construirán el futuro con más
calidad de vida, y todo lo que ello significa en términos
de prosperidad material y espiritual.
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Catenaria
- Gestión del Conocimiento
Agustinas, 1350 / Teléfono
56 - 2 - 2905404 / Mail: jmartinez@catenaria.cl / Santiago, Chile
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