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Vida y muerte: La magia no existe
Javier Martínez Aldanondo,
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl
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Cuando empiezo una conferencia,
lo primero que les digo a los asistentes es que hay 2 razones
por las que ellos están allá sentados. La primera
es porque están vivos, algo que puede parecer evidente
pero no lo es. La segunda es por dinero pero eso lo analizaremos
en otra columna.
Estar vivo no es nada obvio y desde luego es esencial porque
si no estás vivo, ya nada más tiene sentido
(confieso que soy de los que no creen en otra vida). No
puedes leer esta columna si no estás vivo. Si estás
vivo es por que tienes conocimiento, que aprendiste en algún
momento de tu vida y que eres capaz de gestionar cuando
lo necesitas. Y aunque ya lo hayamos olvidado, no siempre
fue así. En algún momento, al inicio de tu
vida, no eras más que un embrión. Aunque no
lo recuerdes, ten presente que naciste sin saber nada y
todo lo que eres hoy, lo has aprendido a lo largo del camino.
Todos somos distintos porque hemos vivido vidas diferentes
y hemos aprendido cosas distintas (aunque la escuela se
empeñe en homogeneizarnos). Conocimiento y aprendizaje
son tan antiguos como la civilización, como la vida
y forman parte de tu ADN, impregnan absolutamente todo lo
que haces. Sin conocimiento, simplemente mueres. Sin aprender
es imposible sobrevivir. La historia del mundo es un proceso
permanente de aprendizaje, de conocimiento progresivo. La
tecnología no es otra cosa que conocimiento aplicado.
Un teléfono es una extensión de tu voz y de
tu oído que te permite comunicarte con personas que
están a una distancia superior a la que pueden alcanzar
tus sentidos. Un coche o un avión son tecnología
que te permite desplazarte a una distancia y velocidad que
tus piernas jamás podrían igualar. Si hace
500 años hubieses anunciado que sería posible
hablar con personas que no puedes ver o desplazarte a 1.000
kilómetros por hora por el aire, te hubiesen tildado
de loco y enviado a la hoguera inmediatamente. ¿Estabas
mintiendo? ¿Era imposible? ¿Era cuestión
de magia? ¿Hacía falta un milagro para que
esas locuras fuesen posibles? No, simplemente es esa época
no existía el conocimiento necesario para lograrlo.
La inmensa mayoría de los problemas que te afectan,
en tu vida personal o profesional tienen relación
directa con el conocimiento (casi siempre con la ausencia
de mismo).
Para estar vivo, en primer lugar hay que haber nacido y
ese es un acto sobre el que ninguno de nosotros hemos podido
decidir ni influir. Ahora bien, una vez llegamos a este
mundo, el hecho de mantenerse vivo y evitar morir ya empieza
a depender directamente de nosotros. Y lo que ocurre en
todos los casos es que mantenerse vivo exige aprender y
desarrollar una serie de capacidades que te permiten ser
progresivamente autónomo. Vas acumulando conocimiento,
al comienzo con la insustituible ayuda de tus padres, para
caminar, comer, hablar y poco a poco adquirir habilidades
más sofisticadas que en un momento de la vida te
permiten valerte por ti mismo. Te mantienes vivo porque
generas el suficiente conocimiento para detenerte ante un
semáforo en rojo, reconocer una seta venenosa o nadar
en el mar.
Analicemos por un momento el ámbito de la salud
y su relación con el conocimiento. Para estar vivo,
la salud es primordial. Ya el tango que empezaba "3
cosas hay en la vida, Salud, Dinero y Amor" sabiamente
la situaba en primer lugar. De hecho morir es perder la
salud definitivamente. Cuando se echa un vistazo a la historia,
es fácil verificar como enormes cantidades de personas
morían por enfermedades que diezmaban ciudades y
hasta países enteros. La razón por la que
morían era
falta de conocimiento. No se trataba
de enfermedades incurables, no se trataba de problemas que
no tuviesen solución. Hoy en día, todas esas
enfermedades son muy fáciles de prevenir y de curar,
basta una pastilla o algunos hábitos simples para
evitarlas. Lo que ocurría siglos atrás era
que, con el conocimiento disponible en la época,
no era posible resolver el problema con el resultado que
todos conocemos. Si hubiésemos aparecido en plena
edad media con una pastilla para curar la tuberculosis,
habríamos sido considerados magos, dueños
de un poder supremo. La semana pasada toda mi familia acaba
de ser víctima de la influenza humana AH1N1, la misma
que lleva semanas acaparando portadas y titulares de periódicos
y noticiarios. El fármaco que hay que tomar para
combatirla, un antiviral, no es una poción mágica,
es una combinación de ingredientes químicos
que no dejan de ser otra cosa que el resultado de la investigación
para combatir este virus. Es decir, Conocimiento puro.
Hoy en día, mucha gente sigue muriendo de enfermedades
para las que todavía no encontramos remedio. Cáncer,
SIDA, etc. ¿La razón? De nuevo es la misma,
la falta de conocimiento. Dentro de algunos años,
cuando existan las vacunas o los fármacos, a los
habitantes de este planeta les parecerá tan sorprendente
que tanta gente muriese de cáncer como nos pasa a
nosotros cuando descubrimos que epidemias medievales causaban
millones de muertes cuando la cura es tan sencilla.
Otra causa de fallecimiento, históricamente relevante,
ha sido la muerte por causas violentas y más en concreto,
las guerras. La fuerza siempre ha sido un elemento decisivo
para resolver disputas, imponer creencias, opiniones o formas
de gobierno. No soy experto en historia pero cuando se analizan
las civilizaciones que han dominado las distintas épocas
históricas, uno de los rasgos que se repiten de manera
constante es que la mayoría lo hicieron basándose
en su superioridad militar, en su capacidad de imponer el
uso de la fuerza a sus adversarios para dirimir los conflictos.
No deja de ser cierto que la superioridad militar era el
resultado a su vez de sociedades más avanzadas, mejor
organizadas y más poderosas económicamente.
Pero cuando se habla de superioridad militar, de nuevo se
habla de conocimiento y no de fuerza bruta. La semana pasada
veía con mis hijos una película sobre la conquista
de Norteamérica por parte de los ingleses y la superioridad
de estos últimos se expresaba no a través
de un mayor número de tropas (más bien al
contrario) sino de disponer de un conocimiento critico que
las tribus indias no tenían: mientras unos luchaban
con arcos y flechas, otros lo hacían con rifles,
pistolas y más tarde incluso ametralladoras, las
tácticas, las estrategias y la instrucción
militar, es decir el conocimiento, inclinaba decisivamente
la balanza a favor de los invasores acarreando como consecuencia
la muerte de los derrotados. Por esta razón, no es
una coincidencia que la mayor parte de los desarrollos tecnológicos
y de las innovaciones que posteriormente disfruta la "sociedad
civil" hayan surgido inicialmente desde el seno de
programas de investigación en el ámbito militar,
en el sector de la Defensa que han gozado de impresionantes
inversiones. Internet es uno de muchos ejemplos al respecto.
Y es que mantener la superioridad militar sigue siendo fundamental
y por tanto se continúan destinando gran cantidad
de recursos a esta labor.
¿Hay algo más importante que la vida? Estar
vivo es un tema de conocimiento. Imagina que eres multimillonario
y te descubren un tumor cerebral operable pero con alto
riesgo para tu vida. ¿Qué harías? Imagino
que buscar al mejor cirujano. ¿Por qué? Por
que necesitas a aquel que mayores probabilidades te ofrezca
de salvarte la vida. ¿Qué separa a ese mejor
cirujano de los demás? Simplemente tiene más
conocimiento que el resto, es decir, tiene más experiencia,
tiene mayor historial de casos como el tuyo resueltos exitosamente,
ha aprendido cosas que otros no saben o, al menos, no con
el nivel de precisión que él domina. Os recomiendo
muy especialmente la lectura de este reportaje llamado "Una
noche en la vida de dios" que plasma de forma magistral
la vida de un cirujano experto mundial en transplantes,
en definitiva un hombre que dedica su vida a salvar vidas
y cuya única herramienta es
el conocimiento
http://www.elpais.com/articulo/portada/noche/vida/dios/elpepusoceps/20090614elpepspor_10/Tes
La magia no existe, los milagros tampoco.
Para finalizar os propongo una reflexión: ¿Alguna
vez habéis pensado en cuál es vuestro Mapa
Individual de Conocimiento? Así como este cirujano
tiene un conocimiento importante para sus "pacientes",
que resulta fácil de identificar (y de gestionar,
incrementar, tratar de transferir, compartir, etc.)? ¿Qué
conocimiento tenéis vosotros que sea importante para
alguien? ¿A quién le interesa ese conocimiento?
¿Quién es vuestro cliente? ¿Qué
problema le resuelve tu conocimiento? ¿Qué
conocimiento le aportas a tu empresa? ¿Dónde
ese conocimiento le resulta valioso? En otra columna analizaremos
tanto el Mapa Individual de Conocimiento como el Mapa de
Conocimiento Crítico de las Organizaciones que no
deja de ser el Mapa Estratégico sobre el que debiesen
basarse para navegar en el turbulento mundo de los negocios.
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Conocimiento y Evolución Humana, a propósito de Darwin
Marcelo Lasagna, Gerente Sector
Público de Catenaria
mlasagna@catenaria.cl
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Tuve la suerte de poder intercambiar algunas ideas y visiones
con un grupo de agricultores innovadores a quienes les hice
una breve charla sobre la Sociedad del Conocimiento y su
impacto en el mundo agrícola. Su preparación
me demandó más tiempo del esperado, pero me
entretuve muchísimo con cada uno de los informes,
libros y artículos que leí. Y no menos con
el diseño de la misma presentación. Soy de
aquellos que buscan cuidadosamente las imágenes que
decoran la presentación como apoyo a la narración
que voy haciendo. Pienso en ellas como ganchos nemotécnicos
al discurso que voy generando. Quisiera comentarles en este
texto algunas de las ideas que allí discutimos.
Cuando hacemos referencia al mundo de hoy como la Sociedad
del Conocimiento tendemos a olvidar que "los mundos"
precedentes también lo fueron, y mucho. Y es que
el conocimiento está en el eje de la acción
humana. Lo que hoy llamamos Sociedad del Conocimiento se
diferencia de las anteriores no en la relevancia de éste,
sino en la forma en que éste se utiliza, sistematiza
y difunde. Ya hablaré de ello más adelante.
El conocimiento, su creación, uso y difusión,
ha ido de la mano de la evolución humana desde los
mismos orígenes del linaje homo. La formación
y difusión del conocimiento nos ha permitido a los
seres humanos ir estructurando nuestra comprensión
del mundo y el lugar que ocupamos en él. Los principales
avances evolutivos desde el lenguaje hablado y escrito y
luego los tecnológicos, como la imprenta, hasta la
revolución digital, han posibilitado que las formas
de acceso al conocimiento se amplíen y su difusión
sea cada vez más ilimitada. Esto último ha
tenido una eclosión con el impacto de las Tecnologías
de la Información y del Comunicación (TICs).
La búsqueda de conocimiento ha estado en el centro
de la humanización. Informarse, acceder al conocimiento,
es intentar sincronizar nuestra propia mente con la realidad
exterior. Dominar el entorno ha sido un desafío para
la acción humana: es mucho más fácil
interactuar con nuestros entornos cuando tenemos un entendimiento
correcto de sus mecanismos. En un mundo dinámico
e incierto como el actual esta necesidad es aún mayor.
El acceso a ese conocimiento nos determina, por otro lado,
qué acciones y qué pensamientos son posibles.
Saber o no saber algo no permite decidir qué curso
de acción seguir. El lenguaje surgió como
una necesidad para compartir información: le ayudo
a los cazadores y recolectores a coordinar sus tareas para
acceder al alimento, compartiendo experiencias e información.
El desarrollo de las civilizaciones ha sido una cuestión
de conocimiento. El lenguaje escrito permitió a los
imperios Mesopotámico, Chino, Egipcio y del Valle
del Indo desarrollar redes comerciales y de poder al generar
un cambio importante en la manera de entender el mundo al
sustituir el oído por el ojo como sentido de recepción
lingüística. La invención de la imprenta,
a mediados del siglo XV, supuso una nueva revolución
en la gestión del conocimiento. La imprenta fue una
condición previa básica de los grandes descubrimientos
y de la ciencia moderna que permitiría luego la industrialización.
El libro liberó en forma progresiva el conocimiento
hacia más capas de la sociedad y permitió
compartir visiones del mundo. Esto significa que cualquier
desarrollo tecnológico que altere de forma decisiva
las condiciones previas para las acciones y para la difusión
de información implica también una reevaluación
meticulosa de pautas de pensamiento antiguas y arraigadas.
El mundo actual se ha puesto de relieve el lugar que tiene
el conocimiento en la actividad humana como consecuencia
principalmente del impacto de las TICs, que han permitido
que el conocimiento pueda ser acumulado, sistematizado y
difundido por todo el planeta. Internet, por ejemplo, permite
que cualquier persona pueda convertirse en usuario y generador
de conocimiento. Es difícil concebir un medio más
democrático. En la red, todo el mundo puede ser autor,
editor o productor. Nuestra capacidad de expresarnos es
total y podemos llegar a cualquier lugar del planeta. Como
nunca en la historia humana estamos viviendo una contracción
total de tiempo y espacio. Y, ciertamente, el conocimiento
se yergue como la ventaja competitiva de las empresas y
organizaciones.
Para que un agricultor pequeño o mediano pueda competir
en mercados complejos y dinámicos, no basta con que
lo haga a través de precios bajos. Su estrategia
de diferenciación debería basarse, en parte,
en cómo acceso al conocimiento para tomar decisiones
adecuadas. Estar o no estar informado le puede permitir
ser o no ser competitivo, en otras palabras. Tendemos a
pensar que la actividad agrícola, que es incluso
pre-industrial, está muy alejada del conocimiento.
Sin embargo, como cualquier actividad humana, es muy intensiva
en uso de conocimiento. Que los pequeños y medianos
agricultores puedan acceder y compartir información
sobre precios, tendencias de mercado, proveedores, agro-climatología,
innovaciones productivas, fitosanitaria, etc., puede constituir
la diferencia entre alcanzar o no altos niveles de productividad.
En consecuencia, el que esa información y conocimiento
estén disponibles para los pequeños empresarios
agrícolas se transforma en una necesidad para incorporarse
a los mercados globales.
Con el acceso al conocimiento el poder, por otra parte,
se traslada también a los consumidores. La información
tiene un precio, y por ello mismo, el conocimiento se traduce,
en el mercado, en poder. Si los consumidores toman decisiones
informadas acerca de los productos que compran, podrán
decidir si lo que están comprando es o no ecológico,
por ejemplo. En este sentido, la revelación de datos
que anteriormente estaban ocultos compensa la injusta ventaja
que siempre han tenido los vendedores sobre los compradores.
A través del uso de las TICs es factible poner al
alcance de los consumidores aquella información que
actualmente no disponen para su toma de decisiones, rompiendo
con una de las clásicas asimetrías de mercado.
No basta, ciertamente, con la TICs, se requiere además
de una mayor conciencia de los consumidores y de estándares
compartidos y aceptados, así como de instituciones
que legitimen y validen esa información.
El conocimiento se constituye también en un componente
crucial en los productos manufacturados. Cuando compremos
refrigeradores ya no lo haremos por su capacidad para conservar
los alimentos, sino por su capacidad para entregarnos información
sobre el estado de los alimentos, sobre el nivel de congelación
adecuado o sobre las necesidades de compra para reponer
los alimentos faltantes. Los dispositivos que compremos
tendrán una "inteligencia" que les permitirá
a sus usuarios tomar decisiones para seguir aquellos cursos
de acción que deseen.
Estamos, en consecuencia, ante una cambio de paradigma
de gran importancia. La generación y uso del conocimiento
al alcance de muchos a través de las TICs, significa
un cambio de eje de poder, trasladando capacidad de incidir
hacia los usuarios/ciudadanos. Sin embargo, para potenciar
esa capacidad se requerirá una nueva forma de hacer
y de interacción entre ellos: la colaboración.
El conocimiento es un bien que sólo crece en la medida
que se comparte, pues nadie tiene la capacidad de comprender
la complejidad de los problemas actuales, solo podemos arrojar
luz sobre una parcialidad. Por tanto, la evolución
pasa nuevamente por un viejo patrón que la selección
natural siempre ha premiado: cooperar.
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Catenaria
- Gestión del Conocimiento
Agustinas, 1350 / Teléfono
56 - 2 - 2905404 / Mail: jmartinez@catenaria.cl / Santiago, Chile
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