Desde luego, se pueden crear entornos y condiciones que
favorezcan su identificación, su circulación,
su incremento. Se puede incentivar a las personas para que
les merezca más la pena compartirlo que guardarlo
y medir los resultados de su aplicación pero, por
desgracia, el conocimiento, como tal, no se puede gestionar.
Al menos no directamente.
Os propongo un ejercicio muy simple para comprobarlo: Escribe
en una hoja cómo andas en bicicleta. Difícil,
¿verdad? aunque no dudo que llevas años (y
muchos kilómetros) haciéndolo. Lo que pone
en ese papel ¿representa tu Conocimiento sobre cómo
andar en bici? Claramente no. Es evidente que sabes mucho
más de lo que has escrito, pero ¿de qué
otra manera puedes representar dicho conocimiento? ¿qué
gestión puedes hacer de ese documento? Si se lo regalas
a un amigo que no sabe andar en bici, ¿le sirve para
algo? Si tu amigo necesita desesperadamente aprender ¿cómo
le puedes transferir ese conocimiento que tú tienes
y él no? ¿logrará andar en bici si
se aprende de memoria tu texto?
¿Se puede gestionar la felicidad o el entusiasmo?
¿Existe algún método para cuantificar
la imaginación o el compromiso? ¿Alguien sabe
en qué caja fuerte guarda la empresa su conocimiento
o su liderazgo? ¿Cuánto valen? ¿Quién
tiene la llave?
Los intangibles son muy difíciles de medir, sobre
todo de forma directa. ¿Quiere eso decir que nos
tenemos que rendir y resignarnos a no hacer nada igual que
hacemos cada mañana al asomarnos por la ventana para
comprobar si luce el sol o llueve? De ninguna manera.
Desde hace varias semanas, cada vez que tengo una reunión
con clientes sobre Gestión del Conocimiento, les
pido que escriban en 2 minutos sus definiciones de conocimiento
y de gestión del conocimiento. La realidad es que
no sólo no hay 2 respuestas iguales sino que en la
mayoría de ocasiones, no son ni remotamente parecidas.
El primer problema que enfrentamos es que ¡¡¡casi
nadie tiene claro qué es gestión del conocimiento!!!.
Si no nos ponemos de acuerdo sobre qué es el conocimiento,
resulta poco probable que el camino que recorramos desemboque
en nada productivo.
El título de este artículo puede sonar un
tanto suicida ya que nos dedicarnos precisamente a la gestión
del conocimiento e incluso impartimos talleres y conferencias
como el que haremos el 27
de octubre en Barcelona para Identificar Conocimiento
Crítico. De hecho declaramos que trabajamos con el
"conocimiento de las personas y las empresas y no hay
nada más valioso".
Sin embargo, merece la pena analizar con más detenimiento
por qué afirmo que el conocimiento no se puede gestionar:
1. El conocimiento no es un objeto: Al igual que pasa con
el amor, no se trata de una mercancía ni un objeto
cuantificable sino que es inconsciente, intangible e invisible.
Como la sangre, no se puede ver desde fuera pero resulta
imposible vivir sin él. El Conocimiento es como la
felicidad, se puede tener e incluso, se puede explicar a
otros pero es muy difícil de explicitar y menos aún
de transferir si no se transfiere el modelo mental que lo
creó en primer lugar. Como el oxígeno, no
te das cuenta de que es imprescindible hasta que te falta.
2. Las organizaciones no están pensadas para gestionarlo
Aunque por arte de magia el Conocimiento fuese "transferible",
tu empresa tiene enormes problemas para sacarle partido,
identificar cuál es, donde está, quien lo
necesita y cómo suministrárselo en el momento
adecuado. Tu organización, tal y como la conoces,
tal y como está diseñada, no sirve. La empresa
actual se inventó para vender, comprar, fabricar,
cobrar, etc. pero nadie la pensó para colaborar,
prestar ayuda y aprender. Para las organizaciones del conocimiento,
se requiere otro tipo de estructura, otro tipo de relaciones,
otro tipo de contrato, otro tipo de incentivos, otro tipo
de evaluación, otro tipo de liderazgo, otro tipo
de trabajador y en definitiva, otro tipo de ciudadano.
3. El concepto tradicional de gestión no sirve:
Gestionar quiere decir administrar, hacer buen uso, sacar
partido de algo. Pero para poder gestionar algo, primero
tienes que tenerlo, no puedes gestionar lo que no tienes
y el conocimiento no es propiedad de las empresas sino de
las personas. Por esa razón, muchas empresas hablan
de gestión de especialistas/expertos, porque el conocimiento
está asociado a individuos que si se van, causan
un daño enorme. Si estamos de acuerdo que el conocimiento
está en las cabezas de las personas (y en sus corazones),
entonces lo que necesitamos es "conectar cabezas".
Mientras tanto, la empresa se sigue concibiendo como un
ente que está lleno de "cosas" que se administran
(activos físicos, recursos, dinero, datos e incluso
personas que históricamente se "adquirían
o desechaban" igual que las demás "cosas").
El problema surge cuando somos conscientes de que el conocimiento
no es una cosa y además lo tienen las personas lo
que obliga a pensar en un concepto distinto de gestión
para administrar algo que ni es suyo, ni es cosa ni puede
por tanto ser administrado de forma directa. Empezamos a
hablar de gestionar ilusiones, voluntades, compromisos
un desafío verdaderamente apasionante pero que por
primera vez coloca a las organizaciones en situación
de debilidad, de riesgo. La gestión del conocimiento,
el trabajo colaborativo o la innovación son antinaturales
porque se trata de prácticas que surgen como respuesta
a un mundo nuevo que plantea retos desconocidos para los
que las viejas empresas no tienen respuestas porque no fueron
creadas para ello. No es casualidad que las empresas que
mayor partido sacan de estas herramientas son las de la
nueva economía que no acarrean consigo el peso de
la inercia y la historia.
Hay algunas preguntas que se empiezan a convertir en un
dolor de cabeza para las empresas: ¿Qué conocimiento
tienen? ¿Cómo se gestiona? ¿Cuál
es el más importante? ¿Donde está para
poder gestionarlo? Si lo tienen las personas (no conozco
ninguna empresa que funcione sin personas), la pregunta
es ¿Quién lo tiene?
El objetivo principal de la gestión del conocimiento
en una organización es doble:
a. Equipar a los empleados con la herramienta más
importante que tiene para que hagan su trabajo lo mejor
posible y alcancen los resultados previstos: El conocimiento.
b. Transferir a su vez el conocimiento de las personas
a la empresa (procedimientos, metodologías, sistemas).
Como vimos en el artículo anterior,
hasta ahora, el conocimiento se gestiona a nivel del individuo
y muy poco a nivel de organización.
Pero no nos engañemos, no es posible realizar ninguno
de estos dos procesos si antes no se entiende qué
es el conocimiento. El tema no es obvio, la educación
lleva siglos sin entenderlo, puesto que lo trata como un
objeto, lo empaqueta en asignaturas y cursos y encarga a
unos árbitros (profesores) a que lo midan con números.
Y es un asunto crucial porque la mayor parte de los problemas
que tenemos, personas o empresas, tienen su origen en el
conocimiento (o en su ausencia). El conocimiento no se puede
transferir, sólo se puede adquirir y eso sucede cuando
las personas lo APRENDEN. ¿Los libros contienen conocimiento?
Si la respuesta es afirmativa, basta entonces con entregar
a cada empleado un pendrive lleno de documentos
La
verdad es que no necesitamos más información.
Un manual, un procedimiento o el texto sobre cómo
andar en bici no son conocimiento por sí solos, yo
no puedo hacer nada con ellos. Y obviamente, organizarlos
mediante sofisticados softwares de gestión documental
no tiene mucho impacto.
El sentido de la Gestión del Conocimiento es hacer
llegar el conocimiento que se necesita a quien no lo tiene.
¿Cómo se hace esa transferencia? Muchos creen
que es una operación idéntica a la que realizan
con sus cuentas bancarias... Imaginemos que yo tengo Conocimiento
sobre cómo escribir artículos y otra persona
quiere aprender ¿Cómo puedo explicitar ese
Conocimiento? Podría escribir un manual al respecto
pero ¿Es eso explicitar el Conocimiento? Existen
millones de manuales en las librerías, bastaría
leerlos para saber escribir artículos, gestionar
empresas o ser feliz. ¿Cómo puedo transferir
mi Conocimiento para escribir artículos? No se puede
transferir directamente, lo que puedo hacer es crear las
condiciones para que esa persona lo quiera aprender pero
yo no le puedo enseñar de forma directa. Podría
diseñar un programa de aprendizaje donde este aprendiz
practique la experiencia de escribir artículos y
yo le ayude en el proceso cuando tenga problemas y le dé
feedback para que vaya mejorando pero no puedo hacer mucho
más. Mi conocimiento es una estructura neuronal (producto
de un largo proceso de aprendizaje) y que por más
que yo quiera regalarlo generosamente, no lo puedo transferir.
La única forma de gestionar conocimiento en una
organización es identificarlo, priorizar cuál
es el crítico y definir una estrategia para que cada
persona cuente siempre con el conocimiento que necesita
para llevar a cabo de forma eficiente cualquier tarea que
forme parte de su trabajo.
La Gestión del conocimiento sólo puede desplegarse
indirectamente, actuando sobre los dueños del conocimiento
pero no de forma directa sobre el conocimiento mismo porque
ocurre igual que cuando tratas de agarrar unas gotas de
mercurio con las manos: se te escapa, se escurre, es inasible.
Esta realidad exige pensar estrategias para llegar al corazón
de las personas porque es allí donde reside parte
del conocimiento. Las personas lo comparten si quieren y
para que quieran hay que crear condiciones que no surgen
de forma espontanea ni mucho menos. Nadie discute que cambió
la sociedad, la forma de hacer negocios y la relación
de las personas con las empresas. La gran tarea pendiente
(y a su vez el principal obstáculo para la gestión
del conocimiento) es cuánto tardarán las estructuras
organizacionales en darse cuenta de esta realidad y adaptarse.
Me temo que este cambio va para largo porque lo que está
en juego no son los resultados, el desempeño o el
conocimiento sino el poder
Desde luego, no puedes gestionar la lluvia o el sol, pero
no hay excusa para que al menos el terreno esté perfectamente
preparado para cuando eso ocurra. Para que la gestión
del conocimiento germine, las empresas tienen que estar
trabajadas, organizadas y abonadas de forma diferente a
la que conocemos.
En las próximas semanas tendremos la posibilidad
de analizar estos temas en Barcelona en el ITworldEdu
y el taller
de KM con Aefol y en Santiago en el seminario
internacional organizado por el Club de Gestión
del Conocimiento.
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La mayoría de los problemas que las organizaciones
están detectando se refieren a los fuertes déficits
de trabajo colaborativo que tienen para enfrentar los desafíos
del negocio. Las soluciones que normalmente está
proveyendo el mercado están vinculadas a metodologías
centradas en los aspectos motivacionales. Estas soluciones,
sin embargo, tienden a reducir el problema a la dimensión
personal del entorno laboral. La solución viene a
señalar, en una versión simplificada, si se
consigue estimular a la gente en las virtudes del trabajo
colaborativo, éste brotará casi por arte de
magia. La realidad, no obstante, es harto diferente, incluso
puede llegar a caminar en sentido contrario. Hay otras soluciones
que pasan por los típicos cursos donde se transmiten
conocimientos sobre lo que es y las ventajas que reporta
el trabajo colaborativo. Esto bien poco sirve para cambiar
una realidad organizacional dominada por la cultura de silos
y las relaciones jerárquicas, pues la gente escucha
y luego la realidad que se pretende modificar sigue igual.
En suma, ni las respuestas motivacionales ni las cognitivas
son la solución al problema de cómo implantar
del trabajo colaborativo en las organizaciones basadas en
el conocimiento. Estos enfoques iluminan una parcialidad
del problema, aunque, en cualquier caso, deberían
formar parte de una solución más integral.
Desde mi punto de vista la forma de abordarlo debería
incorporar tres elementos centrales: a) cambios en la cultura
organizacional: b) nuevos diseños de organización,
y, c) ensayar y experimentar el trabajo colaborativo.
Les quiero compartir, sin pretender ser exhaustivo, 10
ideas en torno a cómo abordar una estrategia de trabajo
colaborativo:
1. Mirar el problema con otros ojos
La forma de las organizaciones y los patrones de relación
que le dan vida son fruto de un modelo mental. En otras
palabras, de un paradigma, de una forma de ver la realidad.
Las organizaciones surgidas bajo la mirada del paradigma
industrial se estructuraron en base a la verticalidad, la
especialización y el comando y control. En esas circunstancias
cooperar no tenía mucho sentido. Esas organizaciones
no se pensaron para colaborar, sino para producir bienes
y servicios a través de una maquinaria previamente
diseñada en la cual los se imponía el cumplimiento
de roles pre-determinados. Sin embargo, el mundo de hoy
demanda organizaciones más flexibles, dúctiles
y dinámicas. En las cuales el conocimiento es la
fuente de la innovación y la generación de
riqueza. Con lo cual su "gestión" es clave
para el éxito de las organizaciones. Cooperar no
es ya sólo estar en buena onda, es, más bien,
una necesidad para la creación de valor.
2. Para gestionar el conocimiento es indispensable colaborar.
Uno de los problemas principales para un responsable de
gestión del conocimiento es conseguir que el conocimiento
sea compartido. Para cualquier trabajador del conocimiento
supone un esfuerzo suplementario poner a disposición
de sus compañeros lo que ha aprendido en su quehacer
diario. Ya sea, por ejemplo, introduciendo información
en una base de datos o bien difundiendo experiencias en
una comunidad virtual, compartir conocimiento requiere una
dedicación extra que sólo se producirá
cuando el empleado perciba claramente los beneficios que
le proporciona.
3. Ser más creativos
La creatividad no sólo es fruto de la inspiración.
Se debe trabajar duro para conseguir ser creativos: practicar,
practicar mucho y equivocarse. ¡Cuán estigmatizado
está el error! Las empresas innovadoras, como Google,
lo celebran, porque lo consideran una probabilidad de una
idea sin valor en el mercado. Pero para que haya valor debe
haber ante todo ideas. Sólo con ellas comienza a
rodar la rueda de la innovación. La imagen que sirve
de metáfora para lo que quiero decir es la deidad
védica Saraswati, la diosa del aprendizaje y las
Artes. Saraswati es una linda metáfora para significar
lo que pretendo decir aquí. Saraswati en Sánscrito
significa "la zona que tiene lagos" (sáras:
algo fluido, un lago, un estanque, vati: "la que posee").
Algunos estiran la traducción para que signifique
"la que fluye", lo que se puede aplicar a la mente,
las palabras, las ideas, o la corriente de un río.
Precisamente creo que el ámbito donde florece la
creatividad es aquel que permite que las ideas y las personas
fluyan.
La creatividad no surge en cualquier lugar. De hecho hay
ambientes que la inhiben. Cabe hacerse la pregunta: ¿en
qué hábitat se produce? Hasta donde sé,
y en especial para las organizaciones, la respuesta lleva
a que las comunidades de práctica (CoP) son el ecosistema
idóneo para la creatividad. Son un espacio de encuentro
entre personas con intereses y objetivos comunes, que interactúan
para la generación, intercambio y asimilación
de experiencias en áreas de aplicación específicas,
con objetivos bien definidos.
4. Liderar para facilitar, no para controlar
El trabajo colaborativo no se instala y promueve sólo.
Es necesario de un liderazgo que lo impulse, aunque no de
cualquiera. Las organizaciones del siglo XXI, inmersas en
contextos de alta complejidad y en dinámicas de cambio
permanente, requieren de directivos que ejerzan un liderazgo
basado en un nuevo estilo de conducir las organizaciones.
La fuerza vital de la organización del siglo XXI
es su flexibilidad, su potencial creativo y su capacidad
de aprendizaje, que residen en el conjunto de las personas
que trabajan en ella. Movilizar a estos colaboradores hacia
un proceso de innovación continua -como es la instalación
del trabajo colaborativo- será la clave del éxito
de las organizaciones del futuro. Para conseguirlo, los
directivos, a nuestro juicio, deben desarrollar y fortalecer
las siguientes competencias y habilidades:
a. Subirse al balcón. El directivo debe desarrollar
una visión sistémica de la organización.
Mirar el conjunto y no sólo las partes. Esta visión
debe encarnar un significado. Tener visión de futuro
es crucial para el éxito de cualquier organización,
puesto que todos los seres humanos necesitan sentir que
sus acciones tienen sentido y están orientadas a
objetivos específicos.
b. Devolver el trabajo. Debe valorar y facilitar la creatividad,
en especial mediante la diversidad y las actividades marginales:
experimentos y excentricidades. Este nuevo liderazgo debe
facilitar la emergencia de la novedad, lo que significa
crear condiciones más que imponer direcciones. El
liderazgo debe facilitar lo que Cornella describe como hibridación:
la capacidad de conectar ideas que provienen de ámbitos
diversos para llevarlas a nuevas aplicaciones.
c. Apertura mental. El nuevo liderazgo promueve la flexibilidad.
Es decir, la capacidad de abandonar las rutinas adquiridas
e incorporar o desarrollar otras nuevas. Esto es clave para
desaprender viejos hábitos y adquirir nuevos. Como
diría Punset atreverse a perder masa para adaptarse
a los cambios del entorno. En este sentido, la organización
debe estar abierta a nuevos conocimientos e ideas y quien
ejerce el liderazgo a promover -aunque parezca contradictorio-
rutinas creativas.
5. Después de la tormenta sale el sol.
La mayoría busca la sombra de la comodidad en aquello
que sabemos y conocemos. Sin embargo, si queremos sobrevivir
en un mundo cambiante y complejo, el mantenernos en los
ámbitos conocidos, respondiendo con las mismas ideas
y herramientas a nuevos problemas, sólo nos garantizara
el fracaso, la ruptura con la realidad. Lo nuevo nos provoca
confusión e incomodidad. Para abordar la incertidumbre
deberíamos aliarnos con la confusión. Recordemos,
tal como nos deja las enseñanzas de la mitología
griega través del mito de Dionisios, el cambio se
produce en el caos, en la confusión. Por tanto, aprovechémonos
de él para darle dirección y sentido al cambio,
para establecer un nuevo punto de equilibro.
Con todo, si bien es cierto que todo cambio genera confusión,
no es posible mantenerla en forma permanente, aunque sea
positiva en el punto de partida, por lo que debe ser mitigada
creando un espacio acogedor desde el cual se construya la
confianza en las personas. Provocar cambios, desde la confusión,
significa creer en las personas, en que son capaces de aportar
ideas y asumir responsabilidades. El trabajo colaborativo
va de la mano con un clima de credibilidad en el cual todos
asumen un rol en el puzzle de la organización. La
aversión al caos y a la confusión deben ser
asumidas como momentos de re-nacimiento organizacional.
Como ventanas de oportunidad para un salto evolutivo de
una organización que se adapta a los cambios nacidos
de su propio cuestionamiento o venidos de un entorno que
fluye dinámicamente.
6. Motivar a la gente a colaborar
Uno de los problemas principales para un responsable de
gestión del conocimiento es conseguir que el conocimiento
sea compartido.
Para cualquier trabajador del conocimiento supone un esfuerzo
suplementario poner a disposición de sus compañeros
lo que ha aprendido en su quehacer diario. Ya sea, por ejemplo,
introduciendo información en una base de datos o
bien difundiendo experiencias en una comunidad virtual,
compartir conocimiento requiere una dedicación extra
que sólo se producirá cuando el empleado perciba
claramente los beneficios que le proporciona.
7. Diseñando redes
La metáfora de la organización está
mudando: desde una visión maquinal hacia una concepción
que la distingue como un organismo vivo, en la cual el elemento
central y determinante es la persona, sus potencialidades
y sus relaciones. Como ya hemos señalado, el cambio
en la concepción de la organización redunda
en una transformación de su forma, en cómo
se estructura. Esta dimensión es clave para generar
la colaboración. Se ha invertido mucho en las cosas
y en la tecnificación, pero hoy más que nunca
estamos tomando conciencia que el simple conocimiento técnico
de los procesos no asegura el éxito en una organización.
Son las personas que están detrás de todos
estos mecanismos las que en definitiva determinan la eficacia
y el logro de los objetivos. Y es el conocimiento que las
personas tienen la que garantiza la creación de la
inteligencia colectiva para las organizaciones.
8. Más comunicación, menos confusión
Mientras mejor es la comunicación, más claridad
habrá en la organización sobre lo que se pretende
instaurar con una estrategia de trabajo colaborativo, y,
por tanto, menos confusión habrá. La comunicación
se ha de entender como un medio para hacer llegar un mensaje
a los miembros de la organización. Si ese medio o
sistema está mal diseñado, es decir, que no
facilita la comunicación, se podría instalar
una tendencia hacia el caos en la organización.
Facilitar la información a través de un buen
sistema de comunicación es ya una práctica
colaborativo. No es menos cierto que muchas organizaciones
jerarquizadas asocian poder con información, por
tanto propician la opacidad para mantener el control organizacional.
Sin embargo, esta realidad no puede estar más lejos
del establecimiento de la colaboración organizacional.
De modo que el trabajo colaborativo va de la mano con la
transparencia, la comunicación y la credibilidad.
9. Cuidado con la ortodoxia!!!
El trabajo colaborativo no es una práctica organizacional
para estar en "buena onda". No se hace con el
objeto de crear un clima más propicio, aunque de
él se derive, indudablemente. El que una organización
se decida por introducir el trabajo colaborativo para la
gestión de su conocimiento tiene que ver con mejorar
los niveles de gestión y, en consecuencia, el desempeño
y los resultados del negocio. Ese es el objetivo del trabajo
colaborativo. Por tanto, cuando se diseña una estrategia
de implantación del trabajo colaborativo se ha de
pensar muy bien en que lugar de la organización se
instala y para qué. No es necesario que toda la organización
trabaje según ese patrón. No todas las tareas
y actividades demandarán el trabajo colaborativo.
Solo aquellas en las que la inteligencia colectiva resuelve
en forma mas eficiente problemas de negocio.
10. La confianza como pegamento de la estructura organizacional
Como ya hemos dicho anteriormente el patrón de regulación
del trabajo basado en el "mando y control" no
es aplicable al trabajo colaborativo. Por el contrario,
lo asfixia. En consecuencia, una organización basada
en el conocimiento no puede estar sustentada en ese patrón,
pues requiere de mucha colaboración. El trabajo colaborativo
se basa en otra premisa: las soluciones a los problemas
organizacionales están en las personas que en ella
trabajan. Todas ellas tienen ideas, unas más otras
menos, y para que estás broten se requiere un contexto
de confianza. Sin confianza se impone la jerarquía
y el miedo. En el miedo no prosperan las ideas y por tanto
los problemas terminan esclerotizando a la organización.
El sistema de mando y control está en crisis por
el fracaso de su efectividad. No es capaz de resolver los
problemas complejos de las organizaciones de hoy, pues se
basó en la idea de que mientras en unos piensan otros
ejecutan, y los primeros controlan lo que segundos cumplan
aquello que previamente diseñaron. En el mundo de
hoy las tareas no pueden quedar al albur del control, o
sólo de él, por tanto hay que confiar. Hoy
se espera de las personas una labor creativa, el miedo,
sin embargo, no la hace florecer, por el contrario es su
gran inhibidor. Adicionalmente se ha superado la llamada
falacia tecnocrática que postulaba que el conocimiento
experto tenía solución para todos -o casi
todos- los problemas. La complejidad actual a puesto en
entredicho esa premisa y ha gatillado otro abordaje a los
problemas, en el cual las personas, y su capacidad creativa,
juegan un rol clave. Construir confianza es la tarea de
quienes lideran estos nuevos procesos en las organizaciones.
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