"Querido papá Noel: Sería estupendo
si para navidad, me pudieses regalar un asistente personal
que me ofrezca ayuda con mi trabajo siempre que lo necesite.
Por ejemplo, que me llame al celular para aconsejarme cómo
lidiar con un cliente difícil, que me ofrezca acceso
a los productos que han comprado clientes similares, me
contacte con expertos internos que hayan resuelto esas situaciones
con anterioridad, me prevenga sobre posibles errores y me
recomiende las mejores prácticas, me haga llegar
información de
"
Para mi desgracia, faltan muchos meses para las navidades
pero como sé que lo que estoy pidiendo todavía
no existe, he preferido ser previsor y anticiparme para
que papá Noel disponga de tiempo suficiente para
fabricarlo.
Cuándo vas a hacer cualquier tarea que forme parte
de tu trabajo ¿Dispones de toda la inteligencia que
acumula tu empresa para hacerla de la mejor manera posible?
Imagino que sí. ¿No siempre? ¿Pocas
veces? ¿Por qué? Si eres abogado y estás
diseñando la estrategia de un caso, ¿no tienes
acceso a casos similares, sus resoluciones y a los abogados
que los manejaron? Si eres geólogo y estás
haciendo una prospección, eres ejecutivo de banco
atendiendo a un cliente, jefe de proyecto supervisando el
desarrollo del mismo, consultor preparando una propuesta
para adjudicarte un proyecto
¿Cuentas con todo
lo que tu organización ha aprendido a lo largo de
los años? ¿Con lo que mejores resultados dio?
¿Con lo que hay que evitar porque conduce a resultados
estériles? Me temo que conozco la respuesta
Meses atrás, un compañero de trabajo nos
envió un mail en el que nos anunciaba una desagradable
noticia: Durante una visita a un cajero automático,
le clonaron la banda magnética de su tarjeta de crédito
y, al poco rato, le vaciaron el sueldo completo de la cuenta
bancaria. El mail contenía todos los detalles acerca
de cómo sucedió el incidente y también
qué precauciones hay que tomar para evitarlo. ¿Podemos
estar seguros de que quienes leímos ese correo aprendimos
y estamos a salvo de sufrir el mismo desastre? Las cosas
no son tan simples. Lo más seguro es que dentro de
2 meses, cuando vayamos rutinariamente a sacar dinero en
cualquier sucursal bancaria (y que es cuando esa historia
nos sería verdaderamente útil), no nos acordaremos
de ella y quedaremos expuestos a sufrir la misma catástrofe.
Al contrario de lo que la gente y la mayoría de empresas
creen, una lección no es aprendida cuando se escucha
(o se lee) sino que solo se aprende la siguiente vez que
te ocurre el mismo incidente y tu comportamiento cambia
como consecuencia de lo que te sucedió anteriormente.
En ese instante, y no antes, puedes afirmar que aprendiste.
Todas las personas que están leyendo esta columna
cuentan con un área en su cerebro llamada memoria
que cumple básicamente 2 funciones imprescindibles
para vivir una vida normal:
1. Gestionar el conocimiento: La memoria les provee
el conocimiento necesario (siempre que lo tengan) para resolver
cada una de las tareas que enfrentan durante cada segundo
de su vida y les permite tomar las decisiones adecuadas.
Si de repente una persona no es capaz de atarse los zapatos
o realizar una llamada desde su teléfono, asumimos
que olvidó cómo hacer algo que sabía
perfectamente lo que significa que debe tener algún
problema grave en su memoria.
2. Aprender: La memoria registra y sistematiza todo
lo que le ocurre a su dueño para que ese conocimiento
se encuentre disponible en el futuro en el momento que sea
necesario. Para que el conocimiento esté en la memoria,
previamente ha debido llegar allá de alguna manera
(proceso que denominamos aprendizaje) y desde luego, ha
tenido que ser almacenado y etiquetado para su uso posterior
bajo algún criterio que facilite su uso y que generalmente,
desconocemos. La memoria no es muy eficiente almacenando
información, algo que pudimos comprobar en la encuesta
del newsletter
anterior que demostró lo poco que recordamos
de lo que estudiamos en la universidad. Podemos estar seguros
de que nuestra memoria no almacena documentos Word o Pdf
y que cuando vamos a llamar por teléfono, de alguna
manera misteriosa nos provee de dicho conocimiento y no
del que hace falta para preparar una paella, dirigir una
sesión de coaching o realizar una operación
en la bolsa. Es importante tener clara la diferencia entre
tarea y problema. Una tarea es aquella actividad para la
que cuentas con el conocimiento requerido para ejecutarla
y que solo exige por tu parte energía para aplicar
dicho conocimiento e invertir tiempo en ello. Un problema,
sin embargo, es toda actividad para la que no cuentas con
conocimiento y que por tanto no puedes resolver sin aprender
previamente. Por ejemplo, mientras atarme los zapatos es
una tarea para mí, es un problema para mi sobrino
de 2 años qué no sabe cómo hacerlo.
El cerebro humano está configurado para realizar
esas 2 funciones, gestionar el conocimiento y aprender,
de forma natural y bastante efectiva. Sin embargo, no podemos
decir lo mismo de las organizaciones. El principal problema
es que las organizaciones no tienen cerebro, no fueron diseñadas
para hacerse cargo de estas 2 funciones básicas.
Lo paradójico del caso es que las organizaciones
acumulan gran cantidad de conocimiento (razón por
la que sobreviven y son exitosas) pero no tienen mucha información
sobre el mismo y por tanto, no saben cómo gestionarlo.
¿Qué saben los directivos sobre el conocimiento
que sostiene la ventaja competitiva de su empresa o sobre
el que mayor incidencia tiene para mitigar los principales
riesgos que afectan al cumplimiento de sus objetivos estratégicos?
Más bien poco.
El sueño de todo trabajador es contar, al alcance
de la mano, con el conocimiento experto que necesita para
resolver todas las tareas y más que nada, los imprevistos
que surjan diariamente. ¿Será realmente una
quimera que cada integrante de una empresa cuente con la
información adecuada en el momento exacto para tomar
la decisión correcta y resolver los problemas que
le atosigan? No estamos hablando de ciencia ficción
pero tampoco de algo obvio porque se trata de una de las
principales carencias que denuncian los trabajadores actuales
y que nadie ha sido capaz de solucionar. El punto de partida
para abordar este desafío es muy simple y tiene que
ver con una herramienta de uso muy extendido en las organizaciones
modernas: Los procesos. Existen 3 aspectos fundamentales
de su actividad sobre los que toda organización necesita
reflexionar:
1. Qué hace cada miembro de la empresa.
2. Cómo se hace y qué es importante para hacer
lo que debe hacer.
3. Qué necesita, en el momento de hacerlo, para que
produzca los mejores resultados.
Los mapas de procesos generalmente se ocupan de resolver
adecuadamente el punto 1 (Qué) pero quedan ciegos
y no te ayudan nada respecto de los puntos 2 y 3 (Cómo).
Sin embargo, tenemos frente a nuestras narices un ejemplo
evidente, un dispositivo muy familiar, de uso cada vez más
cotidiano y que muchos ya utilizan en el coche para desplazarse
por ciudades y carreteras: el GPS.
¿En qué se basa el funcionamiento del GPS?
Parte de algunas premisas sencillas pero que son poco comunes
entre las herramientas de gestión que se utilizan
diariamente en las empresas:
1. El GPS cuenta con información precargada
(mapa) de la ciudad o del territorio que te interesa. En
el caso de la empresa, debe contar precisamente con la información
que mencionamos respecto a qué se hace (procesos),
cómo se hace, qué da mejores resultados (buenas
prácticas), qué hay que tratar de evitar (errores),
quienes son los que mejor desempeño tienen (expertos),
etc. Desde luego, no se trata de información que
sea imposible conocer aunque, a primera vista, no sea sencillo
recopilarla.
2. El GPS necesita saber dónde estás
para entregarte la información que necesitas en el
punto exacto en que te encuentras y en el momento propicio.
Para poder hacerlo, el GPS se apoya en 3 condiciones:
a. Que cada persona lleve consigo el GPS, lo que hace tiempo
que dejo de ser un hándicap ya que la mayoría
lo llevamos en el bolsillo incorporado en nuestro smartphone.
b. El GPS requiere a su vez de la existencia de un sistema
de comunicación permanente, algo que facilitan los
cientos de satélites que llevan años orbitando
la tierra.
c. Lo más importante: Necesita saber qué necesitas,
es decir, donde estás y donde quieres, ir para ofrecerte
lo que te hace falta porque sin conocer tus objetivos, el
sistema resulta inútil. Esto mismo se debe hacer
en tu empresa. Una vez que sabes en qué parte de
la cadena de valor y en qué proceso concreto se encuentra
cualquier persona, le puedes facilitar todo lo que necesita.
Para ello, solo hace falta identificar qué requiere
cada persona para hacer su trabajo, sistematizarlo, precargarlo
y actualizarlo permanentemente para garantizar que el sistema
aprenda y por tanto mejore.
Ahora bien, hay una característica primordial que
explica el éxito del GPS que tiene mucho que ver
con la forma en que funciona nuestro cerebro y que explicamos
en una columna
anterior. El GPS te trae la información just
in time, cuando la necesitas y no al revés. Al
contrario de lo que creemos, no tiene ningún sentido
perder el tiempo en ir a buscar información sino
que es la información la que nos debe encontrar a
nosotros cuando la necesitamos, lo que significa un cambio
radical respecto de la manera en que están diseñados
los sistemas de información y, sobre todo, la forma
en que se organiza
la información misma. Ahora ya sabéis porque
sufrimos tantas frustraciones con los softwares aparentemente
inteligentes como portales, intranets, ERPs, CRMs, etc que
los usuarios evitan sistemáticamente por resultar
poco útiles o muy engorrosos. Simplemente, esos sistemas
no te conocen, apenas te pueden ayudar porque no saben de
tu mercado, qué operaciones salieron bien o mal y
por qué, ni tampoco han aprendido gran cosa a pesar
de llevar años implementados en la empresa. La razón
es que se trata de herramientas "generalistas"
(los anglosajones las denominan, one size fits all -
la misma talla para todos) y como tales, no te pueden
aportar conocimiento específico de tu negocio.
A día de hoy, los GPS todavía son muy precarios,
básicamente te indican la ruta requerida. Pero en
breve, te entregarán Información adicional
sobre la zona que atraviesas, los comercios y las ofertas
disponibles, si hay algún conocido tuyo en los alrededores,
te avisará si necesitas reponer algún producto
cuando pasas junto al supermercado o que no olvides el regalo
para el cumpleaños de tu hijo o tu mujer. Te dirá
también que lo más probable es que puedas
encontrar hielo en la carretera o que más adelante
hay un accidente recomendándote otra ruta. Hoy el
GPS no es inteligente, solo te provee información
y no conocimiento ya que no es capaz de conducir el coche
por ti pero no tardaremos mucho en que eso ocurra.
Pero al igual que el GPS tiene preconfiguradas las calles
de tu ciudad, precargar en el GPS de tu empresa las tareas
que haces en tu trabajo y lo que necesitas para poder hacerlas
debería resulta muy fácil ya que se ejecutan
cada minuto desde hace mucho tiempo y la empresa cuenta
con un stock gigante de ellas del que no saca ningún
partido. Esas tareas son (y han sido) realizadas por miles
de personas, miles de veces a lo largo de miles de días
lo que supone miles de éxitos y miles de errores
y no sacar partido de ese activo es un desperdicio imperdonable
e incalculable. Eso sí, el GPS corporativo tiene
que poner un empeño especial en aprender continuamente
(registrar y cargar las innovaciones que ocurren cada día
y que puedan ser de utilidad futura para la organización)
algo que hoy no hacen. Os pongo un ejemplo: Cada noche,
leo religiosamente algunas columnas digitales, reviso un
foro deportivo así como varias charlas semanales
de un ramillete de periodistas pero jamás ninguno
de esos periódicos, a pesar de todo el despliegue
de tecnología con que cuentan, se anticipa y me lo
hace llegar sino que soy yo quien debo hacer el esfuerzo
de acudir pacientemente a cada una de esas páginas.
Gestionar el conocimiento significa precisamente no empezar
cada día, y cada vez que haces algo, con una hoja
en blanco, como si nunca se hubiese hecho antes. O al menos
no empezar solo con lo que tú sabes sino con lo que
todos en la empresa sabemos porque nadie sabe más
que todo el mundo. Si la hipótesis de partida es
cierta: Tenemos la información (se genera todos los
días y en muchos casos es el corazón y la
esencia de la empresa), se cuenta con el mapa de procesos,
existe tecnología más que suficiente. ¿Por
qué no tienes en tu empresa un GPS que te guie en
el trabajo? ¿Existe la posibilidad de contar con
un "sabio" que se siente encima de tu hombro a
quien puedas acudir cuando tengas una duda o que se dirija
a ti cuando tenga algo que te pueda interesar? ¿Un
sabio que lleve a las personas la información que
necesitan en el momento justo para que sean más eficientes,
más competentes y estén menos expuestas a
cometer errores? ¿Podría este GPS corporativo
ayudar a mejorar la productividad y manejar adecuadamente
los riesgos estratégicos y operativos? No me cabe
duda alguna, las barreras no son tecnológicas, son
mentales. Tenemos que evitar de todas las maneras posibles
continuar presos de esta amnesia corporativa.
A partir del 7 de Julio y durante todo el mes, estaremos
impartiendo la segunda edición del curso Fundamentos
y Herramientas de la Gestión del Conocimiento
en la Pontificia Universidad Católica de Chile.
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