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¿Tecnología? Sí, gracias
Javier Martínez Aldanondo
Gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria
jmartinez@catenaria.cl y javier.martinez@knoco.com Twitter: @javitomar
 

 

No tengo miedo de los computadores, tengo miedo de la falta de computadores (Isaac Asimov).
En la columna anterior, examinamos uno de los factores que van a cambiar radicalmente la educación: la libertad para poder elegir y, ojalá, desterrar una pésima metodología de aprendizaje como es la lección. Esta vez, abordaremos el segundo factor: el papel de la tecnología en una sociedad que combina cada vez más las experiencias físicas con las virtuales. Si el mundo asiste atónito al impacto de internet en sectores como los medios de comunicación, los viajes, el entretenimiento o la música, ahora le está llegando el turno a la educación. Hasta el desembarco de internet, las reglas en la educación estaban claras (profesor, curso, asignatura, test) pero la web se ha convertido en un elemento devastador que lo ha trastocado todo. El computador tiene el potencial para alterar la naturaleza de la educación y redefinir qué se enseña y cómo se enseña.

“Si le hubiera preguntado a la gente qué quería, me hubiesen dicho que un caballo más rápido” (Henry Ford).
El desafío que plantea la introducción de tecnología ofrece siempre 2 opciones:
1. Utilizarla para mejorar lo que ya existe. Ésa es la pretensión de herramientas como power point, pizarras digitales, You Tube, Second Life, libros interactivos y otras muchas que siguen insistiendo en mantener la lección o lo que es igual, “un caballo más rápido”. Estas herramientas dominan el panorama actual porque son fáciles de usar pero, sobre todo, porque no exigen cambiar.
2. Emplearla para innovar, para inventar nuevas fórmulas y hacer algo que antes no era posible hacer. Aquí ya no estamos hablando de mejorar el caballo, sino de crear el automóvil.
Ambas alternativas son legítimas pero es importante hacer una salvedad esencial respecto de la primera: Si pretendes mejorar algo que haces actualmente, entonces tienes que asegurarte de que haya llegado a su desempeño óptimo. En el caso de la educación, el proceso tiene que funcionar de manera impecable ya que de otra forma, cuando le incorporemos tecnología, no lo vamos a mejorar. La disyuntiva, entonces, es ¿tratamos de mejorar el sistema educativo que tenemos, y que adolece de múltiples deficiencias?  ¿o innovamos y diseñamos uno que nos permita vencer las limitaciones actuales? Existen condiciones para crear un nuevo modelo, pero para ello es imprescindible entender profundamente cuál será el papel de la tecnología.

¿Qué hago cuando quiero hablar con alguien que está a 1.000 km de distancia? Recurro a la tecnología. ¿Y si quiero ver lo que está pasando a 1.000 km, saber cómo se encuentran mis riñones o desplazarme al otro lado del mundo? Recurro a la tecnología. Desde siempre, el ser humano ha utilizado la tecnología como prolongación de los sentidos y con el fin de ampliar el rango de acción de sus limitaciones físicas. La televisión se inventó para llegar más allá de donde puedo ver, la radio y el teléfono para alcanzar más allá de donde puedo oír y hablar, el coche, el barco y el avión para desplazarme más allá de donde resisten mis piernas y el computador para llegar más allá de donde llega mi cerebro (el smarphone es un cerebro portátil que me recuerda las reuniones que tengo o los teléfonos de mis contactos). La tecnología no es otra cosa que conocimiento empaquetado.
Nuestra civilización ya no puede funcionar sin tecnología ni somos capaces de realizar nuestro trabajo sin su ayuda. De igual manera, antes de lo que imaginamos será imposible aprender sin apoyarnos en la tecnología. Una de las características de este siglo es que hemos pasado abruptamente de sufrir de escasez de información a padecer por exceso de la misma, lo que trae consigo efectos secundarios como la infoxicación. La “culpa” la tienen la aparición del computador y de internet que han traído consigo la crisis de instituciones informativas tradicionales como los medios de comunicación, la biblioteca, las enciclopedias, la escuela y los libros, todos ellos puestos en jaque por unos simples links.
Una de las características de nuestra educación es que refleja las limitaciones de las “tecnologías” que existían cuando fue diseñada: la transmisión oral (que exigía presencialidad y simultaneidad) y más tarde, el libro que dista mucho de ser un soporte flexible, interactivo, navegable, escalable, barato y personalizable. Tras 8 siglos de monopolio, el libro está siendo desafiado por las pantallas. Jostein Gaarder, autor de “El mundo de Sofía” declaraba recientemente que no necesitamos libros pero si las historias. Mientras los límites del mundo físico son finitos y agotables, los del mundo digital amenazan con ser infinitos. Igual que el disco de vinilo cedió paso a la cinta y luego al CD y hoy al MP3, lo mismo pasará con el libro ya que lo relevante es el contenido y no el contenedor. Por eso es urgente entender que aprender no tiene nada que ver con acumular información sino con acumular experiencias. Internet está repleto de información pero no de conocimiento. Resulta descabellado que el papel de los profesores sea transmitir información (algo improductivo y en lo que nunca podrán competir con los computadores) en lugar de diseñadores de experiencias. Un profesor debiese dedicarse a confundir a sus alumnos, hacerles preguntas que sean difíciles de responder y, por ende, enseñarles a hacer preguntas y no a no dar respuestas. El rol del alumno se está transformando de ser pasivo (leer y escuchar) a ser activo (hacer, decidir, experimentar y equivocarse). Dado que el desafío ya no es acceder a la información sino cómo aplicarla, defender una educación centrada en la entrega de información no tiene sentido. Hay que exigirle que entregue habilidades, que garantice saber hacer.

Si la tecnología está modificando todos los ámbitos de nuestra vida ¿Qué rol jugará en la educación? Hace casi 10 años, escribí sobre este tema sirviéndome de la metáfora de los pecados capitales. Las tecnologías que fueron hegemónicas hasta hace poco (televisión, radio, periódicos) se basaban en el mismo modelo de transmisión unilateral de información “uno a muchos” que sostienen colegios y universidades. Hace años que las “nuevas  tecnologías” luchan por incorporarse a los procesos educativos. Hoy resulta habitual oír hablar del enorme crecimiento del e-learning, de la instalación de pizarras digitales, de 1 computador por alumno, de usar las redes sociales en el aula, etc. La última moda son los MOOCs otro triste caso de cómo usar tecnologías nuevas con mentalidad antigua para impartir la misma clase de siempre. Informan pero no educan. La tentación de incorporar directamente las tecnologías a los procesos educativos confiando en que sus poderes mágicos contribuirán a mejorarla es demasiado irresistible. Craso error. ¿Es mejor una película por tener más efectos especiales o estar rodada en 3D? ¿Depende la calidad de un libro de que su autor lo haya escrito a mano o utilizando un procesador de textos? ¿Es recomendable la madera para hacer buenas mesas? Lo más importante para hacer una mesa no es la madera, ni los clavos, el pegamento o las herramientas sino el carpintero. Aunque me regalasen toneladas de caoba, yo sería incapaz de hacer una mesa decente. Lo que le pedimos a la educación es que nos asegure que las personas aprendan a hacer aquello que necesitan y lo de menos es la tecnología empleada. La tecnología no resuelve nuestros problemas, son las personas las que lo hacen. ¿Podemos apoyarnos en las tecnologías para sacar a la educación del pozo en el que se encuentra? Desde luego que sí pero abarrotar las aulas de computadores y banda ancha no resolverá nada. Previamente es necesario tener en cuenta una serie de principios básicos que siguen siendo ignorados:

1. Añadir tecnología a un proceso que no funciona no sólo no lo mejora sino que lo empeora. Si la base del modelo educativo son las lecciones magistrales, entonces el uso más normal de la tecnología consiste en grabar a los profesores haciendo clase, subirlo después a la web para que los alumnos vean las clases cuando les sea conveniente (y luego despedir a los profesores por que ya no hacen falta). Más fácil y barato imposible, y bastante frecuente. Cambiar la pizarra y la tiza (tecnologías ya obsoletas) por el powerpoint y el proyector no mejora la experiencia educativa. Inexplicablemente, en Second Life se construyen aulas para seguir impartiendo lecciones igual que en el mundo real. Mientras no rediseñemos ese proceso, seguir incorporando tecnología será un gasto inútil, un adorno superfluo. Necesitamos comprender en primer lugar como aprenden realmente las personas.

2. Internet propone un nuevo lenguaje para hacer cosas distintas y no para continuar haciendo lo mismo. Hoy, se siguen empleando las tecnologías con mentalidad antigua (editorial) lo cuál es, en cierta manera, bastante comprensible. Los comienzos de cine tienen muchas similitudes con esta situación. En sus primeras películas, los hermanos Lumiere filmaban obras de teatro o escenas de la vida real como “Obreros a la salida de una fábrica”. Tuvieron que pasar bastantes  años para que el cine desarrollase su propio lenguaje (guiones, exteriores, sonido, efectos especiales, montaje) y llegar a ser lo que hoy conocemos. La mayoría de los usos de TICs en la educación siguen basados en el concepto del libro, la asignatura, la clase y el aula llevado todo directamente a la web. Es decir, escuchar, leer, estudiar y hacer exámenes en lugar de hacer. Existen muchos casos, el simulador de vuelo es el más conocido, donde rápidamente entendimos que la tecnología ofrece posibilidades inigualables para aprender en situaciones de alto riesgo o donde las consecuencias de un error podrían ser irreparables. Además, y dado que la tecnología no conoce de vacaciones, no pide aumento de sueldo ni se declara en huelga, las posibilidades de que un alto número de alumnos puedan practicar ilimitadamente en un simulador, la convierten en una alternativa económicamente insuperable.

3. Los computadores cambian radicalmente el panorama por que son un aparato para hacer cosas (“doing device”), y no para pasar páginas ni para escuchar pasivamente. Para eso ya está la televisión. Ante un computador es difícil quedarse dormido, permanecer pasivos y aburrirse mientras que la televisión se está convirtiendo en un somnífero inigualable. El computador nos invita a actuar, a hacer y nos entrega el poder de elegir el camino que nos interesa, nos concede el privilegio de decidir. Ahora bien, pulsar iconos no es sinónimo de Interactivo. Aprendizaje virtual no significa leer en la pantalla del computador lo que antes leíamos en un papel. Ni multimedia (animaciones, sonidos, imágenes, videos) o redes sociales son sinónimo de aprendizaje. Hemos estado acostumbrados a tratar a los alumnos como oyentes que consumen lo que se les ofrece sin posibilidad de escoger, obligados a escuchar sin poder practicar, robándoles la posibilidad de equivocarse en lugar de arriesgarse, tomar decisiones y comprobar sus consecuencias. ¿Cómo podemos esperar que generaciones que crecen con los videojuegos, el teléfono móvil e Internet sientan atracción por los monólogos aburridos de un profesor? ¿Qué tiene de divertido, de motivante, de retador? Una película te coloca en una situación mientras un videojuego te hace vivirla. Hemos pasado de una generación de espectadores dominados por la televisión y la radio, a una de actores, devotos del computador y el celular, que ya no se conforman con sólo mirar, sino que quieren actuar y que esperan que el aprendizaje sea colectivo y fruto de la diversidad. No olvidemos que aprendemos más de quienes piensan diferente que nosotros.

4. La cuestión respecto de la tecnología es "qué me permite hacer que no podía hacer anteriormente y qué mejora la experiencia"(y no cuánto me ahorro). Algo que a mí me interesa de Amazon es acceder a libros de segunda mano muy difíciles de encontrar de otra manera, lo que la librería cercana a mi casa no me puede ofrecer. Tenemos que dejar a las TICs hacer el trabajo sucio: si mi cerebro no se hace más grande con el tiempo y sin embargo la cantidad de información crece exponencialmente ¿no tendrá sentido que las TICs se dediquen a almacenarla y nuestro cerebro se concentre en analizar, decidir y actuar?. La tecnología nos va a permitir algo que el aula y un sólo profesor no pueden siquiera soñar: diseñar actividades, aprender por proyectos, crear simulaciones para que cada alumno pueda aprender haciendo y no escuchando y recuperar el antiguo modelo 1 a 1 del maestro/aprendiz entre profesor y alumno. Hoy en día, la proporción en cualquier aula es de “1 profesor a demasiados alumnos”. Las TICs nos facilitan el modelo de “muchos profesores a 1 alumno” basado en la premisa “Tú practica y cuando te equivoques, nosotros te ayudaremos”. El aspecto crucial es que nos permite que cada uno pueda escoger cómo quiere aprender: Si prefieres empezar accediendo a la teoría e investigando, puedes hacerlo. Si prefieres empezar por ver cómo se hace, puedes hacerlo. Si prefieres practicar pero paso a paso y con ayuda de alguien, puedes hacerlo. Y si quieres tirarte a la piscina y empezar experimentando, puedes hacerlo. Dicha oferta de posibilidades, en un aula con 1 profesor y 30 alumnos es impensable. Lo que tenemos hoy es café para todos.
Demasiadas iniciativas parten del supuesto de que las tecnologías nos van a ahorrar costes de desplazamiento y de distribución de contenidos lo que ha llevado a sacrificar la calidad. Digitalizar los contenidos actuales no es la solución. Si habitualmente nos cuesta leer grandes cantidades de texto en papel, menos todavía lo hacemos en una pantalla. ¿Por qué no construir simulaciones donde los alumnos puedan conocer cómo funciona un hospital, una ONG o la redacción de un periódico? Podrían practicar en un entorno donde cometer errores está libre de riesgos, con un enorme abanico de recursos a su alrededor, siendo los verdaderos protagonistas de su propio aprendizaje y además añadirían experiencia de cara a su acceso al mundo laboral.

El aprendizaje formal es plano, lineal y basado en el texto (estudiar un libro, escribir en el examen). Sin embargo la vida es tridimensional, necesitamos los 5 sentidos para captarla en toda su amplitud y el lenguaje audiovisual tiene una riqueza y una potencia incomparables. Vemos la realidad a través del vídeo, de nuestros ojos, escuchamos por el audio de los oídos, sentimos. A pesar de ello, casi todos los cursos presentan una estructura secuencial y para eso no hace falta la web. La pregunta clave, entonces, es: ¿Cuáles son las ventajas de aprender usando tecnología? La tecnología es siempre un medio para obtener un fin y  no un objetivo en sí mismo y tiene que resultar adecuada para las metas que nos propongamos. Para aprender a cocinar o jugar tenis, no es imprescindible que la tecnología tenga una función trascendental.
Si miramos hacia el futuro, nuestros jóvenes están acostumbrados a ser protagonistas activos de sus propias historias. El aprendizaje lineal tiene problemas con cerebros que han crecido en el hipertexto, en los juegos y surfeando en Internet. Escuchar les resulta complicado y muchas veces aburrido. Por esa razón a los niños no les agrada el colegio, no por difícil sino por aburrido. Cuando escuchas, es fácil distraerte y comenzar a pensar en otras cosas que te interesan o te preocupan. Sin embargo, cuando haces, resulta difícil desconcentrarte.
La web es un gran medio de distribución de información pero todavía muestra debilidades a la hora de provocar experiencias y permitirnos practicar. Deberíamos emplear la tecnología sólo para aquellas cosas que no podemos hacer de otra manera, no hay otra justificación. Sin embargo, la mayoría de la educación con tecnología sigue manteniendo los mismos principios de la educación tradicional que no han variado un ápice. La tecnología aporta poco pedagógicamente ya que internet se utiliza como medio de comunicación y de socialización y el computador se entiende todavía como una herramienta para mejorar la presentación de contenidos. ¿De eso se trata la educación? ¿Qué sentido tiene disponer de una buena conexión de banda ancha y un computador potente para acceder a unos contenidos pobres? La solución no es más tecnología, más velocidad de navegación ni procesadores más rápidos. Tenemos que hacer lo que se necesita para que la experiencia de aprendizaje sea efectiva, no lo que es fácil o barato. Las tecnologías nos pueden prestar una inestimable ayuda en ese intento si las empleamos adecuadamente.
“El computador es un medio de expresión humana y si todavía no tiene sus Shakespeare, Miguel Angel o Einstein, pronto los tendrá” (Seymour Papert).

La educación no la van a cambiar los expertos ni las propias instituciones que tratan siempre de mantener el problema para el que ellas son la solución. La educación la van a cambiar los que sufren sus consecuencias y la tecnología. Si los jóvenes utilizan hoy nuevas herramientas para comunicarse, trabajar y vivir (blogs, Facebook, Twitter, You Tube…), entonces hay que decidir si se pueden utilizar en la educación pero no aplicarlas de forma directa ya que no fueron creadas con el objetivo de enseñar. Mejorar lo que tenemos nos mantiene encadenados a un sistema fracasado (aquí pueden ver un video 6 minutos sobre la experiencia en el Reino Unido de las Studio Schools pensadas para combatir la deserción y fracaso escolar). Si la lección no es la mejor metodología ni el libro o la pizarra son las mejores herramientas, entonces no tiene sentido usar tecnologías actuales para conservar metodologías ineficientes. La tecnología nunca es la primera pregunta que debemos formularnos ya que hay otras cuestiones previas. ¿Cuál es el rol de la educación dentro de una sociedad y qué ciudadanos queremos? ¿De qué manera es preciso organizar el proceso educativo para que cumpla con dicho rol? ¿Qué es importante que nuestros niños y jóvenes aprendan y cuál es la mejor manera para que ello suceda? ¿Qué papel debe jugar la tecnología? Si la herramienta más importante para tu trabajo es el computador  y para comunicarte es el celular, ¿cómo es posible que educación no las convierta en el centro de su propuesta? Tenemos que empezar el proceso por el final: decidir qué resultados queremos obtener, qué necesitamos para alcanzarlos, cómo nos ayuda la tecnología y solo después, qué de lo que tenemos hoy podemos re-aprovechar.

El avance de la tecnología es imparable lo que nos ofrece una oportunidad espléndida siempre que tengamos presentes estos 2 principios:

  1. La tecnología no es el computador o internet, es lo que hacemos con ellos
  2. La tecnología sólo lo es para los que nacieron antes que ella. Esto quiere decir que por primera vez, los niños saben más que sus profesores.

El martes 13 de noviembre, de 9h a 11h, estaremos en el Club de Innovación en Santiago hablando de “La gestión del conocimiento del error”


 
 
 

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